Hoy 29 de marzo, en Evangelio (Juan 8,31-42) de la misa se destacan varias palabras: verdad y libertad, Padre e Hijo.
El texto evangélico es según san Juan, el apóstol más íntimo de Jesús, el que reclinara la cabeza sobre su pecho en la última cena, sintiendo el palpitar su corazón divino. Es el evangelista más místico y profundo. Y nos traslada a la enseñanza más sobrenatural del Reino de Dios presente en Jesús.
Jesús, en este cruce de palabras con los judíos que creían en él, trata de guiarles a una compresión mayor de la realidad que les trata de transmitir, pero ellos se muestran muy apegados a la lógica del mundo, de modo que se hace bastante complicado el hacerse entender. Esto les dice Jesús: “mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre”. “Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió”.
Jesucristo habla de su autoridad para decir lo que dice, es decir, de su procedencia divina, y que ha sido enviado para dar a conocer de lo que ha visto junto a su Padre y halar de “la verdad que le escuché a Dios”. Jesús ha venido a revelar la verdad, una verdad fundamental para que seamos libres: “la verdad os hará libres”. Pero una libertad no estrictamente en términos materiales (“nunca hemos sido esclavos de nadie”, replican los judíos), sino en la dimensión espiritual: “todo el que comete pecado es esclavo”.
El Hijo, Jesucristo, es el que libera: “si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres”. Es decir, que si somos discípulos de Jesús, escuchando y guardando sus palabras, estaremos en la verdad, en la verdad de origen divino que libera del mal que esclaviza mortalmente: “Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
Lectura del santo evangelio según san Juan (8,31-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él:
«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Le replicaron:
«Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».
Ellos replicaron:
«Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo:
«Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
Le replicaron:
«Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les contestó:
«Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».