La medida que uséis la usarán con vosotros

El Evangelio (Mc 4,21-25) de la liturgia hoy, 30 de enero, nos habla de un tema importantísimo, por lo que nos jugamos: del trato que demos al prójimo con arreglo al cual seremos medidos al final, cuando todo será descubierto y salga a la luz.


El Evangelio según san Marcos (4,21-25):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: «¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará con creces hasta lo que tiene.»


Así como hayamos amado seremos juzgados, así como haya sido nuestra actitud hacia los demás, así como hayamos sido de generosos o de egoístas, así como nos los hayamos relacionado especialmente como los más pequeños, así como haya sido nuestra vara de medir hacía las personas próximas, si compasiva y misericordiosamente o con rigor y justicia estricta, así será el fiel de la balanza en que seremos pesados y nuestro corazón medido.

 «Al final seremos examinados en el amor«, dice san Juan de la Cruz. Porque en realidad se pondrá a descubierto nuestra alma amante, si durante la vida hemos vivido amando. Si a la fuente del Amor, la Trinidad, que habita nuestra alma se la ha permitido amarnos para hacernos amantes. Es un juicio sobre el amor, con amor; un juicio con tiene tintes positivos, con vocación salvadora.

Aunque el empeño del Señor ha sido, con su encarnación y cruz, el salvarnos, y hacerlo desde ya, en y a partir de esta vida, insuflándonos su aliento vital de amor a través de don del Espíritu Santo, que nadie se abandone y despreocupe pues también hay una tarea por nuestra parte, la de corresponder a ese amor salvador. Los efectos salvíficos ya de ver ahora, se ha de anticipar en esta vida, traduciéndose en signos de amor fructífero.

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PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

(Homilía en Santa Marta, 30 de enero de 2020)

El Evangelio que Marcos (Mc 2,21-25) nos propone hoy está lleno de consejos de Jesús. Fijémonos en uno: “la medida que uséis la usarán con vosotros”. Todos daremos cuenta de la vida, lo hacemos en el presente y sobre todo lo haremos al final de nuestra existencia, y esta frase de Jesús nos dice precisamente cómo será ese momento, es decir, cómo será el juicio. Porque si el pasaje de las Bienaventuranzas y el análogo capítulo 25 del Evangelio de Mateo nos muestran las cosas que debemos hacer –cómo hacerlas, el estilo con el que debemos vivir–, la medida es lo que el Señor dice aquí. ¿Con qué medida mido a los demás? ¿Con qué medida me mido a mí? ¿Es una medida generosa, llena de amor de Dios, o es una medida de bajo nivel? Y con esa medida seré juzgado, no hay otra: esa, la que yo tengo. ¿A qué nivel he puesto el listón? ¿A un nivel alto? Debemos pensar en esto. Y no solo lo vemos en las cosas buenas o en las cosas malas que hacemos, sino en el estilo continuo de vida.

Porque cada uno tiene un estilo, un modo de medirse a sí mismo, a las cosas y a los demás, y será el mismo que el Señor usará con nosotros. Así pues, quien mide con egoísmo, así será medido; quien no tiene piedad y, con tal de trepar por la vida, es capaz de pisotear la cabeza de todos, será juzgado del mismo modo, o sea, sin piedad. Nosotros debemos tener el estilo cristiano, y como cristiano yo me pregunto: ¿cuál es la piedra de referencia, la piedra de toque para saber si estoy en un nivel cristiano, al nivel que Jesús quiere? Pues es la capacidad de humillarme, la capacidad de sufrir humillaciones. A un cristiano que no es capaz de cargar consigo las humillaciones de la vida, le falta algo. Es un cristiano de barniz o por interés. ¿Y eso por qué? Porque lo hizo Jesús, se anonadó a sí mismo, dice Pablo: “se humilló a sí mismo (…) hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2,8). Él era Dios, pero no se agarró a eso: se anonadó a sí mismo. Ese es el modelo.

Un ejemplo de estilo de vida mundano e incapaz de seguir el modelo de Jesús son las quejas que me cuentan los obispos cuando tienen dificultades para trasladar a los sacerdotes a otras parroquias porque las consideran de categoría inferior y no superior, como ellos ambicionan, y ven el traslado como un castigo. Así puedo reconocer mi estilo, mi modo de juzgar, por el comportamiento que asumo ante las humillaciones. Por tanto, hay un modo de juzgar mundano, un modo de juzgar pecador, un modo de juzgar empresarial, un modo de juzgar cristiano. “La medida que uséis la usarán con vosotros”, la misma medida. Si es una medida cristiana, que sigue a Jesús, por su camino, con esa misma seré juzgado, con mucha, mucha, mucha piedad, con mucha compasión, con mucha misericordia. Pero si mi medida es mundana y solo uso la fe cristiana –sí, hago, voy a misa, pero vivo como mundano–, seré medido con esa medida. Pidamos al Señor la gracia de vivir cristianamente y sobre todo de no tener miedo a la cruz, a las humillaciones, porque ese es el camino que Él eligió para salvarnos y eso es lo que garantiza que mi medida es cristiana: la capacidad de llevar la cruz, la capacidad de padecer cualquier humillación. 

 

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Catena Aurea

 

San Juan Crisóstomo

Después de la pregunta de los discípulos sobre la parábola y su explicación, añade justamente: «¿Por ventura se trae una luz…», etc. Lo que equivale a decir: He usado esta parábola, no para que quede oculta y sin ninguna manifestación, como debajo de un celemín o de una cama, sino para ser manifestada a los que son dignos de ello. La luz para nosotros es nuestra inteligencia, la cual aparece clara u oscura, según la cantidad de la luz. Si se descuidan, pues, las meditaciones que alimentan la luz y el recuerdo en que ella se enciende, bien pronto se extingue.
 

San Jerónimo

O bien la luz es la palabra de las tres semillas; el celemín o la cama, es el oído de los desobedientes; el candelero son los Apóstoles, a los cuales iluminó la palabra de Dios; y por esto dice: «Nada, pues hay secreto», etc. Lo que hay oculto y secreto es la parábola de la semilla; pero es en público cuando la explica el Señor.
 

Teofilacto

O bien el Señor advierte aquí a sus discípulos que brillen por su vida y su trato, que es lo que significan las siguientes palabras: «Como la luz se pone para que luzca, así también mirarán todos vuestro modo de vivir; por lo tanto, esforzaos por observar buena vida y no os ocultéis en los rincones, sino sed como la luz que brilla, no debajo de la cama, sino puesta en el candelero». Y en verdad que es necesario poner esta luz sobre el candelero, esto es, sobre la altura de una vida consagrada a Dios, a fin de que su luz alcance a los demás. No debajo del celemín, es decir, de la gula, ni debajo de la cama, o del ocio, porque nadie que se entregue a la gula y al ocio, puede ser luz que luzca para todos.
 

Beda, in Marcum 1,20

O bien porque estando medido por la providencia divina el tiempo de nuestra vida, ofrece motivo para compararle al celemín; así como el lecho del espíritu es el cuerpo en el que descansa durante su vida. El que por amor de la vida temporal y de los placeres de la carne oculta la palabra de Dios, cubre la luz con el celemín o con el lecho. En cambio la pone en el candelero el que se entrega al servicio de la palabra de Dios. Las palabras que siguen, y con las que inspira el Señor a sus Apóstoles valor para la predicación, dicen: «Nada, pues, hay secreto que no se deba manifestar, ni cosa alguna que se haga para estar encubierta», que es como si dijese: No os avergoncéis del Evangelio, y levantad entre las tinieblas de las persecuciones la luz de la palabra de Dios sobre el candelero o sobre vuestro cuerpo, reteniendo fijo en vuestra mente aquel día en que iluminará el Señor lo recóndito de las tinieblas. La alabanza divina será entonces para vosotros, y la pena eterna para los adversarios de la verdad.
 

San Juan Crisóstomo, in Matthaeum, hom.15

O de otro modo: «No hay nada oculto», equivale a: «Si observáis una vida diligente, no podrán las acusaciones oscurecer vuestra luz».
 

Teofilacto

La vida presente de cada uno de nosotros manifiesta el bien o el mal de su pasado, y la futura lo manifestará mucho más. ¿Qué cosa, pues, hay más oculta que Dios? Y, sin embargo, se ha manifestado en carne mortal.

«Quien tiene buenos oídos -continúa- entiéndalo».
 

Beda

Esto es: si alguno tiene sensibilidad para entender la palabra de Dios, que no le rehúya, y que no vuelva su atención hacia lo falso, sino que dé a lo que dice la verdad su oído para examinarlo, sus manos para cumplirlo y su lengua para publicarlo.

«Decíales igualmente: Atended bien a lo que vais a oír».
 

Teofilacto

Para que no perdáis ni una palabra de lo que os he dicho. «La misma medida que hiciereis servir para los demás, servirá para vosotros». Esto es, que recibiréis un fruto proporcionado a la buena intención que hayáis tenido en vuestras obras.
 

Beda

De otro modo: Si estudiáis detenida e ingeniosamente todo lo bueno que podéis hacer y aconsejar al prójimo que haga, contad con la asistencia de la misericordia divina, que os comunicará en este mundo la inteligencia necesaria para comprender las cosas más altas y para obrar mejor cada día, y os dará en el otro una recompensa eterna. Y añade: «Y aun se os dará con creces».
 

San Jerónimo

O bien: a cada uno se nos da la inteligencia de los misterios, según la medida de nuestra fe, y a la inteligencia se juntan las virtudes. «Porque al que tiene -prosigue- se le dará». Esto es, al que tiene la fe se le dará la virtud, y al que tiene el ministerio de la palabra se le dará la inteligencia de los misterios, mientras que al que no tiene la fe le faltará la virtud, y al que no tiene el ministerio de la palabra le faltará la inteligencia de los misterios. En fin, el que no entienda habrá perdido el sentido por completo.
 

San Juan Crisóstomo, en la obra imperf. sobre San Mat., hom. 31

De otro modo: Al que tiene disposición y voluntad de oír y pedir, se le dará; pero al que no desea entender la palabra divina, se le privará de lo que tiene de la ley escrita.
 

Beda

Sucede a veces que el lector ingenioso por su negligencia se priva de la sabiduría que adquiere el que, aunque escaso de ingenio, es estudioso y trabaja.
 

San Juan Crisóstomo

Puede decirse que no tiene, porque no posee la verdad: y también que tiene, porque posee la mentira, juzgando que tiene algo con su falaz entendimiento.

 

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