El Evangelio según san Lucas (14,1.7-11) es de la misa del sábado 29 de octubre. En el Señor, Jesús, nos habla a través de una parábola de la virtud de la humildad.
Dios se abajó hasta ponerse a nuestro nivel, de modo que su humildad nos salvó. Y con ese testamento Dios mismo nos enseña la relevancia de esta virtud, y así nos dice: “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. De modo que quien quiera ser verdadero cristiano, parecerse al Cristo, no tiene otro camino que el de la humildad. «Caminar humildemente con tu Dios» (Miq 6,8b). Y así lo han entendido todos los santos; no ha habido ninguno que lo haya sido humilde.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-11):
En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:
“Cédele el puesto a este”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
San Juan de la Cruz dice que las cosas santas de suyo humillan. Humillan está usado en sentido rigurosamente etimológico, antes que moral. Humillar viene de humus=tierra. Es decir, acercan a la tierra, hacen tocar tierra, nos retornan realistas y humildes, capacitándonos así para poder ver, reconocer, amar y compadecer a los demás. Quien ha estado en contacto con el Misterio se vuelve en este sentido humilde. Y a la inversa, quien no está cercano a la tierra, al prójimo, a su pobreza y necesidad, soledad o desamparo, es que no se ha acercado a las cosas santas. (Olegario Cardedal[1])
La humildad es la reina de las virtudes. “La verdadera humildad es la principal y las abraza todas.”(santa Teresa de Jesús).Todos los santos así la han considerado, siguiendo las enseñanzas de palabra y obra de Jesucristo; comenzado por asumir la humanidad abajándose del trono de su dignidad de rey divino. No ha habido santo que no haya sido, a imagen y semejanza de su Señor, humilde; con una humildad que se hace servidora y elige el último lugar. No hay santidad sin humildad, ni lugar en el banquete del cielo.
La humildad se sostiene en la gracia. «La humildad es la negativa a existir fuera de Dios. La humildad consiste en saber que en lo que se denomina “yo” no hay ninguna fuente de energía que permita elevarse» [2]
La humildad es una virtud propiamente cristiana; en ninguna otra religión es tan ponderada, y en discursos filosóficos como el Nietzsche es despreciada al extremo. Y hoy día, en un mundo laicista y materialista no es valorada ni tenida en cuenta, pues es aspira a ocupar el primer puesto, triunfar a costa de lo que sea, etc.; el Dios cristiano, al contrario del mundo no nos pide tener éxito, sino que le seamos fieles, que nos asemejemos a Él. En términos mundanos, los mártires (el primero Cristo) han sido unos perdedores.
No hay verdadera vida espiritual sin ser humildes. La experiencia de Dios proporciona humildad. “La humildad es el cimiento del edificio (de la vida espiritual)” (Santa Teresa de Avila[3]).
La humildad nos abre a la gracia, al Espíritu Santo.
Cuanto más grande seas, más debes humillarte,
y así alcanzarás el favor del Señor (Eclo 3,18).
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[1] “Gozo y realismo de la Navidad”: Alfa y Omega 240 (2000), p.7.
[2] WEIL, S., La gravedad y la gracia, Trotta, Madrid, 1994, pp.87 y 79.
[3] Moradas VII, 4,8