Queda patente por su propio nombre de Reforma Protestante que siendo parte de algo con lo que no se está del todo de acuerdo se trata de rehacer, recrear, mejorar, etc. Es decir, que, como la historia demuestra, el protestantismo, con Lutero a la cabeza, provocaron la ruptura con la Iglesia Católica, a la que pertenecía, creando otra/s iglesia/s, haciendo caso omiso a lo que Jesús dijera: «que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado». (Jn 17,21).
A lo largo de la historia, se han producido reformar y reajustes y modificaciones en la Iglesia, llevados a cabo por iniciativa de grandes personajes que han influido como profetas de su tiempo provocando renovaciones; ahí están por aquel tiempo de Lutero, a los carmelitas españoles, santa Teresa y san Juan de la Cruz, o los dominicos de la escuela de Salamanca, y a san Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús, como antes surgieran san Francisco y santo Domingo de Guzmán. Ninguno de ellos quebró la unidad de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo.
La ruptura protestante se fraguo a expensas de la avidez de nobles príncipes alemanes y centro europeos, que al socaire del banderín de enganche que les tendía en enfebrecido Lutero y luego otros…, Calvino, vieron una oportunidad excepcional de adueñarse de las propiedades de la Iglesia; como así fue, en uno de los mayores latrocinio que se han cometido en la Historia.
Aquello trajo para siempre, o al menos hasta el momento presente, unas consecuencias catastróficas. De las que el enemigo de Dios se frota las manos.
Destaco, de entre otras muchas, dos consecuencias nefastas que se derivaron de aquel hecho luctuoso de la ruptura, y que afecta a la parte que se separó: la ausencia de las dos columnas que sostienen todo. Una mayor que la otra, como viera en su sueño revelatorio san Juan Bosco. La Eucaristía y la Virgen María. Lo cual supone un gravísimo quebranto para la vida religiosa de muchos creyentes cristianos, que por esta perversión original puedan ver comprometida su salvación.
La brecha teológica y doctrinal que se ha abierto desde Lutero hasta hoy día hace imposible el ecumenismo y la unión entre el protestantismo y el catolicismo; no así entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa, entre las cuales no hay verdades dogmáticas insalvables. En el caso del protestantismo sólo cabe la conversión.