I. LARRAÑAGA, Sube conmigo

Con anterioridad subimos a otro artículo conteniendo textos del padre capuchino Ignacio Larrañaga con el título «Muéstrame tu rostro», hoy les traemos el contenido extraído de otra obra, «Sube conmigo»[1]. Que les sirva para subir  espiritualmente.

         Nunca fueron tan vigorosos como hoy los tres enemigos de la interioridad: la distracción, la diversión y la dispersión. La producción industrial, la pirotecnia de la televisión, el vértigo de la velocidad… son un permanente atentado contra la interioridad. 17-18

         Es más agradable, y sobre todo más fácil, la dispersión que la concentración. ¡Y he ahí al hombre, en alas de la dispersión, eterno fugitivo de sí mismo, buscando cualquier refugio con tal de escaparse de su propio misterio y problema! 18

         Los fugitivos nunca aman, no pueden amar porque siempre se buscan a sí mismos; y si buscan a los demás no es para amarlo sino para encontrar un refugio en ellos. E, fugitivo es individualista. ES superficial. ¿Qué riqueza puede tener y compartir? La riqueza está siempre en las profundidades. 18

         Existe tan poco amar porque se vive en la superficie, igual en la fraternidad que en el matrimonio. La medida de la entrada en nuestro propio misterio será la medida de nuestra apertura a los hermanos. 18

             El peor de los sufrimientos —la ansiedad— deriva del peor de los males: no saber para qué se está en este mundo. Por eso hemos dicho que la ansiedad se parece a un lento suicidio y a la región de la muerte. Decía Nietzsche que quien tiene un objetivo en la vida es capaz de soportar cualquier cosa. 23

         “Quería escapar del agobio de la ansiedad. La falta de sentido es más terrible que la angustia, porque si existe un propósito definido de la vida, es posible soportar la angustia y el terror.

         “Los sufrimientos y la muerte son superados cuando el hombre tiene un ideal” (G. ALLPORT, La personalidad,  Herder, Barcelona, 1973, pp.648-649.) 25

         Donde hay encuentro, hay trascendencia porque se superaron las propias fronteras. Donde hay trascendencia, hay pascua y amor. Donde hay amor, hay madurez, que no es otra cosa sino una participación de la plenitud de Dios, en quien no existe soledad. 34

         Aquí está la clave de la fraternidad: ser distintos en la intercomunicación de sí mismos, porque no se trata sobre todo de intercambiar bienes o palabras sino interioridades. Cada persona divina, como cada persona humana, son sujetos verdaderos. Sin embargo, son, deben ser, sujetos que dan  y reciben  todo lo que tienen y todo lo que son. 36

         “El hombre no puede encontrar su plenitud, si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (GS 24)

         “En primer lugar, la Fraternidad cristiana no es un ideal sino una realidad divina. En segundo lugar, la Fraternidad cristiana es una realidad espiritual y no una realidad psíquica” (D. Bonhoeffer) 39

         He ahí el programa: controlar todos los ímpetus agresivos que se levantan desde el egoísmo, suavizarlos, transformándolos en energía de amor, y relacionarlos unos con otros en forma de apertura, compresión y acogida. 47

       Pero, ¿quién es capaz de derrotar el egoísmo y hacer esa milagrosa transformación? El llamado  inconsciente es una fuerza primitiva, salvaje y amenazadora. ¿Quién podría dominarlo? El Concilio responde que ya hubo Alguien que lo derrotó: Jesucristo (GS 22).

         Desde hace mucho tiempo me asiste la más fuerte convicción en el sentido de que vivir el Evangelio consiste en originariamente experimentar el amor del Padre, precisamente del Padre. Cuando se siente eso, surge en el corazón humano un deseo incontenible de tratar a los demás como el Padre me trata a mí. A partir de esa experiencia el otro se transforma para mí en hermano 51

     El misterio existencial de la vida fraterna consistirá siempre en imponer las convicciones de fe sobre las emociones espontáneas 58

         Este tipo no me gusta, el instinto me impulsa a separarme de él. Este otro mantiene respecto de mí no sé qué reticencia o ceño fruncido; mi reacción espontánea es ofrecerle la misma actitud. Sé que aquel otro habló mal de mí; desde ese momento no puedo evitar mirarlo como enemigo y tratarlo como tal… 58

         Será necesario imponer, por encima de esas reacciones naturales, las convicciones de fe: el Padre de ese hermano es mi Padre. El Dios que me amó y me acogió es el Dios de ese hermano. Será necesario abrirme aceptarlo y acogerlo como al hijo de “mi Padre”. 58

         Los Hechos  nos presentan la comunidad de Jerusalén como el ideal de la existencia cristiana. 59

         Vivían unidos. Tenían todo común. Se los veía alegres. Nunca hablaban con adjetivos posesivos: “mío”, “tuyo”. Acudían diariamente y con fervor al templo. Gozaban de la simpatía de todos. En una palabra, tenían un solo corazón y una sola alma. Y todo esto causaba una enorme impresión en el pueblo. 59-60

         Cuando las gentes observen a un grupo de hermanos vivir unidos, en una feliz armonía, acabarán pensando que Cristo tiene que estar vivo. De otra manera no se podría explicar tanta bella fraterna. Así, la fraternidad se torna sacramento, señal indiscutible y profética de la potencia libertadora de Dios. 60

         El pueblo posee una gran sensibilidad. Percibe con certeza cuándo entre los hermanos reina la envidia, cuándo la indiferencia y cuándo la armonía. 60

         La gente sabe por propia experiencia cuánto cuesta amar a los difíciles, cuánta generosidad presupone el amor oblativo. Una comunidad unida se transforma rápidamente para el Pueblo de Dios en un signo de admiración, y también en un signo de interrogación que lo cuestiona ¾a ese Pueblo¾ y lo obliga a preguntarse por la acción redentora de Jesús cuyos frutos quedan a la vista. 60-1

          Es la fraternidad la meta para los seguidores de Jesús. 61

            Dios es amor porque amar significa dar. Y Dios nos ha dado lo que más quería: su Hijo. Jesucristo es, pues, el don de los dones o el colmo de los regalos.

            Si el amor es el fundamento de la fraternidad y Jesús es el centro de ese amor, es preciso concluir que Jesucristo es el Misterio Total de la Fraternidad. Y el secreto del éxito comunitario está en aceptar a Jesús, en el seno de la comunidad, como Dos del Padre y Hermano nuestro. 61?2

           Un hermano solamente puede llegar al otro hermano mediante Jesucristo 62

           «Sólo mediante Jesucristo es posible que uno sea hermano del otro»  «El hermano es aquel otro redimido por Cristo, absuelto de sus pecados, llamado a la fe y a la vida eterna» (Bonhoeffer, D.: «Vida en comunidad», p. 16).

         “Sin Cristo no reconoceríamos al hermano ni podríamos llegar a él. El camino está bloqueado por el propio yo” (Bonhoeffer, D., Vida en comunidad, p. 14).

         La institución fraterna, sin un Jesús vivo y verdadero, es un invento artificial y absurdo, fuente de represión, neurosis y conflictos, en una palabra ?como ya hemos dicho? una escuela de mediocridad y egoísmo 64

      “Habiéndose Dios manifestado misericordioso, hemos aprendido al mismo tiempo a ser misericordioso con nuestro hermanos.

      “Habiendo recibido el perdón en lugar de juicio, estábamos preparados para perdonar al hermano.” (Bonhoeffer, D., Vida en comunidad, p. 15).

         Desde las profundidades del inconsciente, afloran a la superficie del hombre las energías no redimidas, hijas de la “carne”.

         Sin Dios, la fraternidad es utopía. 67

         Solamente Dios puede bajar a las profundidades originales del hombre para calmar las olas, controlar las energías y transformarlas en amor 67

         El grito general de las ciencias humanas proclama que el hombre actúa bajo el impulso del placer. A eso llaman motivo de una conducta. Basta abrir los ojos para darse cuenta de que el placer, más que la convicción, es el motivo general que origina, condiciona y determina la conducta humana. 67-68

         Por ejemplo: por gusto nadie perdona. Por gusto no se acepta a los neuróticos ni se convive con los difíciles. 68

         El éxito de la fraternidad depende de que Dios sea el Motivo de los comportamientos fraternos. 68

         La Palabra —Jesús y sus criterios— tiene que sofocar todos esos oscuros impulsos, para que el hermanos perdone, acepte, estimule a los toros miembros de la comunidad.  70

         Una voluntad, revestida e impulsada por Jesús, debe decidir soberanamente en nosotros por encima de las oscuras fuerzas impulsoras, y así, en lugar de tener una reacción explosiva, voy a quedar en silencio como Jesús ante Pilato; más tarde, voy a dialogar con calma y paz; después, voy a enterrar los recuerdos ingratos de una desavenencia y olvidarlo todo generosamente; ahora voy a ser con todos delicado y paciente, como lo fue Jesús con los suyos.

         Así nace y crece la comunidad bajo la Palabra, en presencia de Jesús. 70

       El inconsciente es una región sumergida, oscura y amenazadora. Se parece, en primer lugar, a un enorme cementerio de recuerdos estrangulados (suprimidos o reprimidos) y apagados (olvidados). Es, al mismo tiempo, un volcán de energías primitivas que, en cualquier momento, puede lanzar una masa hirviente de impulsos agresivos. 70

       El inconsciente es esencialmente egoísmo, y ahí reina solamente el código del placer: evitar lo desagradable y conseguir todo lo que sea placentero al egoísmo. 71.

       Así es el inconsciente. Con otras palabras, es exactamente lo que Dios dice a Caín: “… el pecado se esconde, agazapado, detrás de tu puerta. El te acecha como una fiera. Pero tú tienes que dominarlo” (Gén 4,9) 71

       Nacen los instintos y los impulsos, exigiendo urgentemente su satisfacción, y asaltan la conciencia para ella les dé cobertura. La conciencia halla que no debe dejar vía libre, pero no siempre consigue dominar los niveles inferiores. Viene el conflicto entre ellos. Y entonces sucede lo que dice san Pablo: “Hago lo que no quiero hacer” (Rom 7,15). 71

        Sólo la presencia viva de Jesús podría en ese momento atenuar y equilibrar esos campos de fuerza. 72

       Esta es la realidad. ¿Qué hacer? ¿Cómo redimir impulsos tan primitivos? ¿Cómo llegar hasta esa región tan recóndita y explosiva? 72

       Esa región —el inconsciente— es lo que san Pablo llama “carne”, y de la carne sólo nacerán hijos de la carne, a saber: “Fornicación, impureza, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, odios, libertinaje, borracheras, orgías y cosas semejantes” Gál 5,19-22) 72

         ¿Qué hacer? ¿Cómo hará Jesús para que el hermano no sea lobo para su hermano? 72

      Es la conciencia la que tiene que estar alerta. Jesús tiene que estar ocupando el campo de la conciencia. Cuando en un hermano surjan desde el inconsciente esos impulsos violentos y se hagan presentes en el campo de la conciencia, exigiendo satisfacción, s aquí y ahora donde y cuando Jesús puede calmar esa tempestad. 72-3

         Si el instintos de repulsa contra el hermano le llega de sorpresa desde la región oscura del inconsciente, basta acordarse de Jesús, y el instinto queda sosegado: en lugar de repulsa habrá acogida para el hermano. 73

         Al sentirse ofendido, surge desde las regiones profundas del inconsciente el impulso de la venganza que exige a la conciencia el código del “ojo por ojo”. Me “despierto”; recuero a Jesús calumniado y silencioso ante los jueces y la sed de venganza se apacigua. 73

     De pronto tengo conciencia de que una oscura enemistad contra el prójimo está echando raíces silenciosamente en mi tierra. Comienzo a pensar en Jesús, pienso en su conducta, y sin otra terapia de enemistad comienza a extinguirse, ¡y con qué facilidad! 73

           Qué hacer y cómo hacer para que tanta maravilla no sea sueño sino realidad? Dos condiciones. Primero, que Jesús esté verdaderamente vivo en el corazón de los hermanos. Y esto se conseguirá cuando ellos tengan un trato frecuente y profundo con El. Y segundo,  estar despiertos.  74

          Vivir atento quiere decir que esa franja de la personalidad que llamamos conciencia esté poblada por Jesús, un Jesús vivo y presente, para que sus reacciones sean mis reacciones, sus reflejos mis reflejos, su estilo mi estilo. 74

         Sujeto inmaduro es aquel en quien predomina el inconsciente en mayor proporción y más compulsivamente. Estos individuos deforman la realidad, proyectando su mundo interior sobre el mundo exterior e identificándolos. Cuanto más predominan —en una personalidad— las intenciones conscientes, mayor madurez y equilibrio. Será un miembro integrado en la fraternidad. 74

        Aquí existe una progresión correlativa. Cuanto más se ora, Jesús está más “vivo” en el hombre. Cuanto más “vivo” está, la conciencia del hermano está más armada por esa presencia y despierta. Cuanto más armada está su conciencia, su inconsciente está correlativamente más débil. Y de esta manera, las reacciones y conducta del individuo serán más racionales, equilibradas y fraternas. 74-75

         Basta mirar la intimidad de Jesús y pronto nos daremos cuenta de que El no tenía imagen inflada de sí mismo, no había en El adhesión a su “yo”, porque no tenía “yo”, y por eso se comportó en esas escenas con tanta libertad, tanta serenidad y tanta grandeza. No le importaba nada, ni los insultos ni las injusticias. Estaba desligado de todo. Por eso se sentía libre. Porque era libre, fue libertador. Sólo los libres puede libertar. 101

         Al máximo despojo corresponde la máxima libertad, a la máxima libertad corresponde la máxima grandeza. 101

         Quedaba sin nada. Si no tenía nada, no tenía nada que perder; era el hombre más libre del mundo porque era el hombre más pobre del mundo. Por eso nunca se comportó con tanta grandeza y libertad como en las escenas de la Pasión, porque, al que nada tiene y nada quiere tener, ¿qué le puede turbar? 101

        Jesús atravesó el escenario de la Pasión vestido de silencio, dignidad y paz, porque se había vaciado completamente; había barrido dentro de Él hasta el polvo de la estatua de sí mismo. Era la Pureza total. Por ser tan humilde, se comportó tan grande. Al final nos amó sin medida porque había llegado al colmo del vaciamiento y de la humildad. 101

        El pobre y humilde Francisco de Asís fue un sabio, porque todo ser despojado tiene una mirada limpia para apreciar la proporcionalidad del mundo. 102

         Sólo los puros pueden amar. Los puros son los que no tiene intereses, no tienen nada que defender, no tienen por qué desconfiar y por qué tener sus puertas cerrada, ya que no esconden ninguna propiedad. Sólo ellos pueden abrirse, sin recelo y sin cálculo, a sus hermanos. 102

         San Francisco de Asís se dio cuenta de que toda propiedad es potencialmente violencia. Siempre sucede lo mismo: la propiedad fácilmente se siente amenazada. 103

         Recordar es ligar mi atención a aquella persona. Perdonar es desligarse. Por eso perdonar es liberase. Si yo fuese capaz de perdonar (desligarme), sentiría un inmenso alivio. 108

         Somos nosotros los que damos vida a nuestras desgracias. Recordar es atarse. Olvidar es liberarse. 109

         Recordar es ligar mi atención a aquella persona. Perdonada es desligarse. Por eso perdonar es liberase. Si yo fuese capaz de perdonar (desligarme), sentiría un inmenso alivio. 108

         Somos nosotros los que damos vida a nuestras desgracias. Recordar es atarse. Olvidar es liberarse. 109

       El temor , en general, es una ligadura de mi atención a una persona, a un compromiso futuro, a una enfermedad o un fracaso. 109

         La resistencia es una energía liberada en contra de algo o alguien. La adhesión es un enlace emocional, tendido entre mi persona y otro alguien o lago. En el temor pueden estar presente simultáneamente dos emociones reactivas, opuestas entre sí: la de la adhesión y la de la resistencia. 111

         Todas las técnicas buscan la rapidez y la eficacia, y nos meten en una carrera competitiva, casi en estado de “guerra” psicológica. Vivimos inundados de flashes, de noticias de último minuto… Todo eso constituye una agresión a lo más sagrado de una persona: su integridad interior. 122

         La dispersión, la distracción y la diversión son enemigos que penetran y atacan la interioridad. El hombre comienza a desintegrarse íntimamente, se le escapan las riendas de los impulsos. 122

 

El amor es paciente, es benigno.          

No es envidioso,  no es jactancioso,   no se hincha.

No piensa  mal,

no se irrita,

no es descortés, no es interesado.

No se alegra de la injusticia,

se complace en la verdad.

Todo lo excusa, todo lo cree,

todo lo espera, todo lo tolera.

El Amor nunca se acabara (l Cor 13,4-8).

 

Si decimos que Dios es Amor, podemos agregar que donde está el Amor allí está Dios. Caminando sobre la misma cadena, podemos llegar a otra conclusión: donde no hay amor allí no está Dios; y donde no está Dios no puede haber amor 138

Si deseamos participar de la luminosa naturaleza de Dios, sólo nos queda una vía para esta divinización: la del amor, porque Dios es Amor 140

Y como amar significa dar, solamente dándonos nos divinizaremos 140

Un amor exigente y concreto, dentro de la ley de la renuncia y de la muerte. En otras palabras, no un amor emotivo sino oblativo 143

 Amar oblativamente consiste en dar la vida. 143

No se trata de dar algo: toma este regalo, acepta esta limosna. Se trata de darse. Ahora bien, para darnos tenernos que desprendernos, y todo desprendimiento es doloroso y envuelve un sentido de muerte. 143

Si te doy ese reloj, yo no sufro porque no hay desprendimiento. Pero si intento darte mi piel, antes de dártela tengo que desprenderme de ella. Y eso si que duele. Sucede con todo lo que está adherido vitalmente a la persona, corno en el caso de perdonar, adaptarse…, y antes de darme necesito desligarme de tal adherencia, y ese desprenderse de algo vivo es morir un poco. 143

Amar oblativamente es morir un poco. 143

Supongamos que hay un individuo que, por diferentes circunstancias históricas o temporales, produce en él un fuerte rechazo. ¿Cómo amarlo? Si dejo que surjan en mí los impulses naturales, sin poder evitarlo voy a tener una espontanea manifestación adversa. ¿Qué hacer? Tengo que negarme (Mt 16,24) a esos instintos, violentarme (Mt 11,12) en la repugnancia que me causa ese sujeto (desprenderse: suprimir un impulse natural de resistencia) y darme en forma de aceptación. 143-4

Tengo que morir a algo mío muy vivo. Una oblación. 144

Por gusto no se perdona, tampoco por una idea. Para darme en forma de perdón aquel sujeto que me desprestigió, tendré que llevar la muerte a los impulsos de represalia, morir a algo mío muy vivo que es el resentimiento, olvidar viejas heridas y darme en forma de perdón. 144

No sé si proyecto o transfiero a este individuo algún personaje olvidado, pero el hecho es que su presencia me irrita. Si me dejara llevar por las reacciones espontáneas, uno procedería atropelladamente respecto a él. Para actuar de forma bondadosa con él, tengo que dar la vida, suprimiendo los impulses violentos, y darme en forma de paciencia. 144

Existe el principio del placer, que es el gran motivo de la conducta humana. Dar la vida  es contrario al principio del placer. El amor oblativo, es una esfera meramente humana, es utopía. ¡Cuál sería el “principio del placer” que motivaría conductas oblativas? Es Jesucristo mismo, a condición de que El esté verdaderamente vivo en el corazón de los hermanos. En este caso, El es capaz de causar mayor satisfacción que cualquier otro motivo, y se constituye en la gran Recompensa. Sólo el Hermano Jesús, vivo y presente, sana, calma, unifica. 145

En caso contrario, no es posible el amor oblativo. 145

Supongamos que nació una fuerte y mutua aversión entre dos individuos. Se sienten como dos personas separadas por un campo minado. ¿Quién soluciona esto? ¿Qué psicoterapias, qué idealismo o conceptos románticos habrá en el mundo que puedan eliminar esas barreras y unir esos corazones? Humanamente eso no tiene solución. 145

La. solución tiene que venir desde fuera. El libertador que nos sacara de este callej6n sin salida es Jesucristo. Sólo Él puede bajar a la región indómita y «redimir» las cuerdas del corazón, Sólo Dios puede invertirlo todo; las fuerzas de resistencia en fuerzas de acogida, la violencia en suavidad… p.145

Sin oración es imposible el amor oblativo. Y sin amor oblativo no es posible la vida en fraternidad. 145

 La amistad nace de la afinidad. 148

 La amistad no es otra cosa que el cultivo de esa simpatía preexistente. 148

 La raíz del amor de la amistad es el fuego espontáneo de la afinidad. 148

La raíz del amor de la fraternidad es la fe. 148

 El amor de la fraternidad no es espontáneo, sino fruto de una convicción. El motivo del amor en este caso no es un impulso vital sino los criterios de fe. El amor de la fraternidad pasa por encima de las reacciones impulsivas (me gusta; no me gusta; me ofendió; no me acepta…), y descubre en el otro al hermano, porque su Padre es mi Padre y mi Dios es su Dios 149

  No importa que hay o no haya entre él y yo consanguinidad o afinidad. Hay en común algo más importante: una raíz subterránea que arma y sostiene diferentes existencias: el Padre. De tal manera que allá, en la sustancia original paterna, él y yo somos una misma y sola realidad. Esta convicción nace de la fe 149

 El amor de la amistad es, por su propia naturaleza, particular o restrictivo. 149

 El amor de la fraternidad es universal. El amor fraterno se caracteriza por su falta de exclusividad. Cualesquiera y como quiera que sean las peculiaridades personales que nos diferencian, son las raíces las que nos unen y nos mantienen en la identidad 149

Toda amistad es don de Dios, tiene madera noble y, por su naturaleza, envuelve a los amigos en un círculo de calor y luz 150

Uno de los secretos fundamentales para la buena marcha de la unión fraterna consiste en imponer las convicciones de fe sobre las emociones 152?3

 El motor dinámico de una comunidad será, pues, el amor oblativo más que el emotivo 153

Si una persona es encantadora, no hace falta que nadie diga: amad a esa persona. Todo el mundo la amara instintivamente. Amar lo amable, ¿qué novedad tiene? Lo raro sería no amarlo. 158

Mucha gente confunde “gustar” con “amar”. Creen que aman todo lo que les gusta. 159

  Paz en tu alma. Todo fue tan bonito… Valió la pena. 165

 

AMAR ES RESPETAR

La actitud primera y elemental en las relaciones interpersonales es el respeto. 171

El respeto fraterno tiene raíces muy profundas. Se trata del misterio original del hombre -la realidad más sagrada del mundo, después de Dios—, misterio por el que todo individuo no es objeto sino persona* Y toda persona es un yo diferenciado, inefable e incomunicable; un universo y una experiencia que jamás se repetirán. 171

El otro es, pues, un mundo sagrado, y como sagrado no s6lo merece respeto sino también reverencia. 172

La falta de respeto, pues, es falta de sabiduría. Un sabio es aquel que tiene la visión objetiva de la realidad. Lo primero que sabe un sabio es que no «sabemos» nada del otro, porque el tu (así como yo también) es un universo esencialmente inédito, inefable e incomunicable. La actitud elemental ante lo desconocido es, cuando menos, la del silencio. 172

 

1.— Meterse con el otro

La falta de respeto se llama vulgarmente murmuración y, científicamente, violencia compensadora. 172

Todo el que murmura realiza los siguientes actos: entra en el mundo del otro, en su recinto más sagrado, que es el de la intencionalidad; allá levanta un tribunal; juzga, condena y publica la sentencia condenatoria. (El vulgo utiliza una excelente expresión para significar la falta de respeto: meterse. No te metas conmigo. De eso se trata? de meterse o no en el mundo del otro, de no invadir y pisar el terreno sagrado y privativo del otro. 172-3

 

En general, la crítica y la murmuraci6n son violencia com­pensadora, típica reacción de los «pequeños» y de los irrealizados. 173

La murmuraci6n envenena rabiosamente los mejores intenciones de cualquier ambiente. Y se acaba por crear un clima enrarecido en el cual nadie se fía de nadie. 173

 

2.— Reverenciar

El respeto viene de dentro. Hay que comenzar por redimir las raíces. En una comunidad cristiana, las emociones hostiles, originadas por diversas casualidades, sólo pueden apagarse en la proximidad emocional con Jesucristo. Las palabras destructivas son hijas de los sentimientos destructivos. Son estos los que necesitan ser silenciados, como homenaje ablativo a Jesús. 174

Respetaremos el misterio del hermano solo si nos colocamos en la esfera de la fe y hacemos una transferencia «viendo» al Hermano Jesús en este hermano que esta junto a mí. Así nace la veneración. 174

 

3.- Callar es amar

El modo ideal de respetar es el silencio. 175

Silencio interior en primer lugar. Es en el corazón donde cada uno tiene que atajar y silenciar la murmuraci6n y ofrecerla a Jesús como un sacrificio ablativo. No pensar mal. No sentir mal. Res­petar al otro «callando» en la intimidad. 175

Silencio exterior en segundo lugar, Muchas veces no se pue­den. justificar ciertas reacciones de una personalidad o ciertas actitudes irregulares de algunos sujetos, porque son defectos evidentes. Pero siempre podremos respetar las espaldas del hermano ausente, simplemente callando. Es el silencio una actitud tan noble y elegante… 175

Uno de los síntomas más seguros de madurez humana es la capacidad de guardar en silencio las confidencias que se reciben o las pequeñas irregularidades humanas que se observan. 176

La esencia misma de la fraternidad es ser transparencia. Vivir en fraternidad significa ir derribando lentamente las murallas que separan a los hermanos, para hacerse todos mutuamente patentes y presentes. Para esta finalidad, hay que crear un clima de confianza, y para crear ese clima hay que comenzar por cultivar un gran respeto mutuo. 178

 

AMAR ES ADAPTARSE

Adaptarse es relacionarse con los demás, sin dominar y sin dejarse dominar. 179

El avance en el amor presupone, primero, no estar atado a sí mismo. Luego salir de su círculo y abriese al mundo del pr6jimo« En la palabra, es un proceso de integraci6n y ajuste en el medio humano i el que se vive. 179

         Adaptarse significa dejarnos cuestionar por los demás, y cuando nuestros ángulos de personalidad quedan descubiertos a la luz i la revisi6n, de la correcci6n fraterna, o simplemente de la connivencia diaria, debemos comenzar un lento proceso para suavizar ángulos controlar compulsiones. 180-1

Ciertamente, la adaptación es el problema más álgido entre las relaciones interpersonales. Toda persona tiene rasgos, como ramas el árbol de su personalidad, puede tener diferentes manifestaciones: dominación, perseverancia, sociabilidad, tacañería, escrupulosidad, irritabilidad, pulcritud, agresividad… Adaptarse significa evitar colisiones. Si nuestras ramas chocan, con peligro de incendio, ¿cuántos centímetros de ellas deberás cortar tu y cuantos yo, para que haya con inci6n y no colisión? Y si estamos a cincuenta metros de distancia, ¿cuántos metros tengo que caminar yo y cuantos tu para que haya encuentro? 181

Se trata, repetimos, de suavizar los rasgos de personalidad que resulten molestos por angulosos al entrar en relación con el otro. Rasgos de personalidad es la manera peculiar de reaccionar frente a los estímulos exteriores. 182

La neurosis es la incapacidad de adaptarse, Y como amar es adaptarse y adaptarse es amar, neurosis significa fundamentalmente incapacidad de amar. Dicho de otra manera: neurótico es el ser incapaz de equilibrarse armoniosamente en la sociedad en que vive. 185

El inadaptado es una persona que vive exclusivamente en sí para sí. Al relacionarse con el mundo exterior, comienza por un juicio de valoración desenfocado y falso. ¿Qué hace? En lugar de captar el mundo exterior, en mismo, comienza por proyectar su propio mundo interior sobre el exterior, identificándolos. 185

Adaptado (maduro) es aquel que consigue ser el mismo en me— .0 de individualidades muy diferenciadas, sin entrar, por eso, en  lo que al esforzarse los demás por ser ellos mismos. El hombre maduro es el que se ajusta en su medio ambiente, con sus cualidades y sus defectos. 187

El adaptado es una persona eminentemente objetiva, capaz de mirar los hechos y las personas en sí mismas, desligándolas de sus proyecciones emocionales. Y en consecuencia precede armoniosamente, reconociendo sus límites y la potencialidades de los demás. 187

En una palabra, adaptarse es un lento y progresivo crecimiento hacia una coherencia integradora entre el sentir, pensar, hablar y actuar. 187

El inadaptado (neurótico) es compulsiva: exigente, histérico,

resentido y siempre descontento. El criticar todo, el quejarse contra ido, son síntomas de neurosis, así como también lo es el airarse por

pequeños contratiempos. 187

El índice más alto de la madurez humana es la capacidad de amar sin ser amado. 188

El que siempre se busca a sí mismo está destinado al descontento y al vacío. Toda adaptación es morir un poco. No existe adapta-.6n sin dolor, sin una cierta tensión. Morir es condición para vivir, dice el Evangelio: el que ama su vida la perderá (Jn 12,25). El que sea capaz de dar la vida, de renunciar a su círculo de valores e intereses, para adaptarse, ya entró en el reino de la madurez. Cuanto más la, sin preocuparse de ser amada, mayor madurez. Cuanto más se ama, sin preocuparse de ser amada, sin amar, mayor infantilismo. Somos libres, maduros y felices  porque renunciamos a nosotros mismos para adaptarnos. 189

 

 

AMAR ES PERDONAR       

 El perdón es el don de los dones. 191

Perdonar es extinguir sentimientos de rencor, odio, venganza, resentimiento, envidia, celos y antipatías.

El rencor es la tendencia a hacer daño ya recrearse en ello. 192

El odio es la inclinación a exterminar al otro. El rasgo específico del odio es el deseo de que el otro no disfrute de la existencia. 192

La venganza nace cuando el deseo de poseer y la necesidad de estimaci6n son lesionados. 192

El resentimiento nace del hecho de saber que el otro consigue lo que uno no ha podido obtener. El impulse vital de donde nace este sentimiento es querer tener todo para mí y ser más que los demás. 192-3

La envidia, en ella existe todo el contenido del resentimiento y, además, encierra la inclinación a vengarse de los que han sido más afortunados que uno, a pesar de que los tales afortunados no me han causado ningún daño. En la emoción de la envidia hay siempre escondida cierta dosis de frustración. 193

Los celos, aquí queda perturbado el deseo de tener todo pa­ra s£, al observar que el otro es objeto de gran estimaci6n por parte de los demás, estima que uno la desearía exclusivamente para sí. 193

La antipatía es una tendencia emocional por la que el prójimo es como un polo en el que yo no encuentro resonancia. 193

         ¿Cómo perdonar?

         Perdonar es extinguir esos sentimientos como quien apaga una llama. 194

En estas emociones de malevolencia existe una vinculaci6n emocional entre el otro y yo. Estos sentimientos adversos son cargas de resistencia, lanzadas mentalmente contra el prójimo. Las cargas, al ser permanentes, forman una cadena que sujeta destructivamente a los dos individuos.194

Perdonar es, pues, quebrar esos vínculos y desligarse. 194

        

¿Cómo perdonar?

En primer lugar, el problema fundamental consiste en separar la atención del recuero de aquella persona. Yo te diría imperativamente tres palabras: déjala, olvídala, deslígate. Es un acto de control mental.

Cuando te llegue el recuerdo del tal individuo, no le des importancia piensa en otra cosa, vuela con tu mente en otras direcciones. 195

Existe el perd6n que llamamos intencional o de voluntad. Uno quiere perdonar, quisiera arrancar del corazón toda hostilidad. Le gustaría recordar a la persona, si no con simpatía, al menos con indiferencia. Este perd6n es suficiente para aproximarse a los sacramentos. 195

El perdón emocional no depende de la voluntad. La hostilidad tiene hundidas sus raíces en el fondo vital instintivo. Nosotros no tenemos dominio directo sobre el mundo emocional. Al darse el estímulo, se da emoción. 195

 

La malevolencia es una carga emocional negativa. Una carga emocional negativa solamente puede ser disuelta dentro de una carga emocional positiva. Segunda manera de perdonar. 196

Concretamente entiendo por carga emocional positiva la intimidad con Jesús. 196

Sabemos cuánto cuesta perdonar.. Necesitamos de Jesús. Por gusto no se perdona. Tampoco por ideas ni por convicciones, ni siquiera por los ideales. Pro una persona sí.

 ¿Cómo hacerlo? Concéntrate. Evoca por la fe la presencia del Señor. Y cuando hayas llegado a un «encuentro» de intimidad con El, dile: Jesús, entra hasta las raíces más profundas de mi ser, asume mi corazón con sus hostilidades y sustitúyelo por el tuyo, quiero sentir por tal hermano lo que Tú sientes por él, quiero perdonarlo como Tu perdonaste a Pedro… Ahora mismo, Jesús. 196

Vas a experimentar c6mo Jesús calma aquella agitación hostil y deja en el interior tanta paz, que puede levantarte tranquilamente para ir a charlar con toda naturalidad, con el «enemigo», Estos prodigios los hace hoy Jesús. 196

Sucede frecuentemente el hecho siguiente: conseguiste perdonar, incluso emocionalmente; fue pura gratuidad del Padre: el rencor se apagó por completo como una hoguera reducida ya a cenizas. De pronto, nitre las cenizas grises surge de nuevo la roja llama. No se sabe por qué, esta mañana volvió todo: es tan desagradable sentir otra el rencor; es como una fiebre que quema y molesta. Con tu perd6n, las tan libre y feliz… 196

No te impacientes. Somos así. No tenemos dominio directo sobre ese loco mar de las emociones. Toda herida profunda necesita muchas curas para cicatrizarse por completo. Vuelve a repetir actos de perdón. Regresa a tu intimidad en busca del Jesús vivo. Permite ser alcanzado y sanado, en tus heridas y emociones, pro aquel Jesús que es misericordia y paz. 197

Si supiéramos comprender, no necesitaríamos perdonar.197

  En el fondo de la incomprensión está presente, pues la falta de realismo y sabiduría. 197

Muchas veces pienso que si supiéramos comprender, no necesitaríamos perdonar. Bastaría comprender, y la sed de venganza quedaría calmada. 197

Comprender significa abarcar o rodear por completo una cosa. Comprender a una persona significa medirla, rodearla por completo, analizarla en sí misma lo más objetivamente posible. Sucede que muchas veces vemos al otro a través del prisma de nuestros prejuicios emocionales: antipatías, rivalidades antiguas, historias desagradables… De esta manera, nuestra visión del hermano queda enturbiada la visión distorsionada provoca en nosotros un estado emocional adverso al hermano. En el fondo de la incomprensión está presente, pues, la falta de realismo y sabiduría. 197

¿No será la misericordia el mejor modo de personar emocionalmente? Si supiéramos comprender, cuanta paz y sabiduría habría en nuestra alma. 198-9

 

AMAR ES ACEPTAR

Aceptar es admitir con paz que el otro sea tal como es.  El otro es casi siempre un desconocido. Y por desconocido incomprendido. Y por incomprendido, no es aceptado y surgen conflictos con él. 201

El otro es un misterio. Las mil y una reacciones de su complejísimo temperamento y de su extraño carácter -que a mi tanto me irritan— el mismo no las puede soportar y tiene que cargar con ellas. A él le gustaría ser constante, y es versátil. Le gustaría ser suave, es compulsivo. Le gustaría ser alegre, y es melancólico. Le gustaría ser puro, y es sensual. Le gustaría ser equilibrado, y es neurótico. No escogió nada. Todo lo recibió sin culpa ni mérito, y es muy poco lo que puedo cambiar.  202

He aquí la gran conclusión: aceptar al hermano tal como es.

Si yo debo aceptarme tal como soy, y no tal como quisiera ser (en este caso no habría hombre más magnifico que yo en el mundo), se concluye que debo aceptar al otro, no tal como a mí me gustaría le fuera, sino tal como en realidad el es. 203               

Lo difícil -y necesario— es aceptar al otro como distinto. 204

La comunidad es casi siempre como un mosaico multicolor, de tanta variedad y modalidades de ser. 204

Aceptarse mutuamente con un intercambio reciproco de bienes limitaciones. 205

Aceptar es, pues, salirse de sí mismo, situarse en el lugar

del otro, «dentro» de él, para analizarlo «desde» el mismo y no desde . perspectiva. 205

Aceptar al otro significa también considerarlo como un regalo de Dios, dado expresamente para mí. Significa alegrarse de su existencia, reconocerla como positiva y celebrarla. 205

Aceptar, finalmente, significa abrirse al otro en forma de, atención, estima y estímulo. 205

 

 

AMAR ES COMUNICARSE

 

No decimos comunicar, porque esta forma verbal quería indicar algo así como entregar una cosa: comunicar un temor, una convicción, un criterio. En cambio, comunicarse encierra un sentido más entrañable y personal: entregar algo que es sustancialmente mío, algo que forma parte esencial de mi ser. 207

E1 hombre fue llamado, no para permanecer ahí, como si fuera un ser acabado y encerrado, sino para superarse, trascender sus propias medidas, en comunión con todos los demás. 207

En la medida en que el hombre se abre y se da, en esa i medida es libre y en esa misma medida madura y ama. El destine di mano, la realidad de su madurez es la entrega de su riqueza interior y, al mismo tiempo, la participaci6n de la riqueza de los demás. 208

Comunicaci6n no significa, pues, conversaci6n ni intercambio de frases, preguntas y respuestas; ni siquiera significa, exactamente, dialogo. Antes bien, es relaci6n y revelaci6n interpersonal. 208

Con frecuencia tenemos miedo a entrar en comunicación con los demás. Lo queremos y no lo queremos. Estamos convencidos de i hay que hacerlo, pero no nos agrada porque vislumbramos riesgos. tramos en una sabrosa comunicaci5n con los que tienen afinidad con nosotros. Pero en la fraternidad los gustos están fuera de circulación. Es el amor oblativo el que nos coloca por encima de los gustos. 208

Estamos dispuestos a acoger al otro, pero con tal de mantenerlo a cierta distancia. Resulta doloroso entregar la propia intimidad. Cuesta rasgar el velo de nuestro propio misterio, porque nos sentimos como «propietarios» de nosotros mismos. 209

Tenemos miedo porque si nos abrimos es como si perdiéramos lo más sagrado —y secreto— de nuestra persona. Jesús llama amigos a sus discípulos precisamente porque rasgo ante ellos el velo de su intimidad, y les comunico los «secretos» que le había entregado el Padre. 209

La comunicaci6n es una aventura y exige coraje. Solamente con mucho amor uno se puede abrir. Pero el hecho de abriese a los fortalece la personalidad y aumenta la capacidad de amor.  209

 

AMAR ES ACOGER     

Acoger es permitir al otro la entrada en mi recinto inte­rior. 213

Acoger es recoger al otro en mi interior con brazos de cariño. 213

Yo hago un lugar dentro de mí para que el otro lo ocupe. 213

La comunión es un movimiento oscilante de dar y recibir, abriendo las puertas interiores de los unos a los otros. El efecto inmediato es la confianza, fenómeno colectivo difícil de describir, imposible de definir y facilísimo de sentir. Y el fruto final es el gozo, signo inequívoco de la presencia de una real fraternidad. 213-4

Toda persona es interioridad, mejor aún, interiorización Cuando dos interioridades se abren mutuamente y se proyectan, nace intimidad: de dos presencias se form6 una presencia. Cuando varias interioridades se abren mutuamente y se proyectan nace la fraternidad. 214

Para acoger es necesario ponerse en estado de escucha respecto a los demás hombres, cuya personalidad se nos ira revelando en la medida en que estemos atentos. 214

Esta actitud de atención o apertura presupone, anteriormente y al mismo tiempo, un despojo completo, ¿De qué? De los muchos prejuicios y falsas imágenes que se levantan, como murallas, ante -nuestras puertas para bloquear las salidas y entradas. 214

 

AMAR ES DIALOGAR

Gran parte de las desinteligencias entre los hermanos derivan de la falta de dialogo. 217

E1 dialogo se parece a veces a un instrumento mágico: opera prodigios. Es el dialogo una solución casi infalible para todas las tensiones que puedan originarse en el seno de una comunidad. 217

El dialogo no es un debate de ideas en el que se combate con fuego cruzado de criterios, tras los cuales se ocultan y se defienden las actitudes e intereses personales. No es polémica ni controversia, ni confrontación dialéctica de distintas concepciones o mentalidades. Tampoco se trata de varios monólogos.  221

Se trata de buscar la verdad entre dos personas o un grupo.

Cada persona contempla las cosas desde la perspectiva propia. Cada uno capta y participa de las cosas y de los sucesos de una manera original y diferente. Por eso mismo. nuestra percepci6n personal es necesariamente parcial, y nos enriquecemos con la percepción también limitada de los demás. Captamos la verdad de forma necesariamente incompleta debido a la condición humana limitada, debido a la relatividad e historicidad humanas. 221

Tenemos para dar y necesitamos recibir. Complementariedad significa eso: yo tengo algo que tú no tienes, y viceversa. 222

Todo dialogo se desarrolla sobre diferencias. Es necesario que tú seas tú mismo, y yo sea yo mismo, cada cual con la total identidad consigo mismo. El dialogo exige, pues, en primer lugar una gran sinceridad. 222

Se presupone que en el dialogo va a surgir la tensi6n, a ve­ces latente, otras veces manifiesta. Esto sucede porque nos cuenta re­cibir la «verdad» de los demás, sobre todo cuando la «visión» del hermano contradice mi propia visión. Peor aún, cuando la «verdad» ajena amenaza indirectamente la actitud vital que con frecuencia se esconde detrás de mis criterios. Cuando surgen las diferencias sobreviene el momento más difícil. -^n este momento existe el peligro de que el dia­logo se transforme en un debate a la ofensiva o a la defensiva, o en una palabrería estéril. 223

Tengo que esforzarme, sin compulsión, por seguir siendo yo mismo, sin dejarme absorber, pero al mismo tiempo debo admitir y hacer mío todo cuanto de bueno existe en el otro. Y al mismo tiempo, por mi parte, tengo que abrirme hacia los otros, para ofrecer mi verdad y mi riqueza, teniendo sumo cuidado de no invadir ni anular a nadie. 224

El egoísmo, en sus mil formas, obstruye el dialogo en todos sus niveles. De este egoísmo nace la necesidad de autoafirmación, con tendencia a excluir a los demás. Esto origina a su vez una adhesión morbosa a nuestro punto de vista, por la identificaci6n simbiótica existente entre la persona, la imagen y las ideas de la propia persona. 225

No hay disparate en este mundo que no tenga parte de verdad. Y no hay mente humana que sea capaz de aprehender la verdad completa. 226

Siempre que se busca la verdad o se quiere superar un conflicto interpersonal por medio del dialogo, la actitud primera y ele­mental es la humildad. 226

Necesitamos humildad para olvidar viejas historias, desavenencias pasadas, lo que ocurri6 en nuestro dialogo an­terior. Se necesita humildad para comenzar de nuevo, después del fracaso del dialogo anterior. Necesitamos humildad para desligar mi per­sona de la verdad, para buscar la verdad y no a mí mismo o mis intereses exclusivos, con ocasión del dialogo. Necesitamos humildad para reconocer errores o algunos aspectos de la verdad en que estábamos equivocados y dejarnos enriquecer con la verdad del otro. Necesitamos humildad para no asumir un aire triunfal cuando se llega a la conclusión de que uno tenga razón. En fin, necesitamos humildad para bajar la voz, e incluso silenciarnos, cuando la discusión entro en la zona de fuego o cuando uno percibe que el «adversario» se sintió humillado por el resultado del dialogo. 226

Para dialogar bien, necesitamos también buena voluntad. 227

 Esto significa, primeramente, que uno debe tener fe en el otro. Tenemos que pensar que también el otro precede con recta intención, llevado por una sincera búsqueda de la verdad. 227

Buena voluntad significa respetar al otro sobre todo en .as reuniones grupales. Cualquier comentario, sonrisa o gesto despectivo, no solamente turba la que había, sino que a algunos hermanos los deja inhibidos y como paralizados para futuros encuentros. 227

Es necesario aceptar al otro tal como es, sin prejuicios, sin apriorismos. Tengo que pensar que, así como yo, también él tiene derecho a ser el mismo, con sus peculiaridades y deficiencias. En el momento de escucharlo, tengo que acallar los prejuicios contra él, mirarlo con simpatía y comprender la globalidad de su personalidad, su historia pasada y su situación presente. 227-8

Sería bueno despertar reverencia, en nuestro interior, respecto al interlocutor. Cuando alguien se siente apreciado, abre fácilmente sus puertas interiores. 228

En una palabra, para el dialogo ideal uno tendría que colocarse dentro del interlocutor. 228

Finalmente, es necesario tener paciencia y perseverancia. Paciencia para aceptar con paz el hecho de que el camino que conduce al verdadero dialogo es largo y difícil porque sus leyes son lentas y evolutivas. Perseverancia para no tirar por la borda el segundo o tercer fracaso. No se debe pretender quemar etapas, precipitan Lo los acontecimientos y dejándose llevar por la impaciencia. 228

 

AMAR ES ASUMIR A LA PERSONA DIFICIL

Asumir significa tomar y tratar al hermano con comprensión, cariño y estímulo. 229

El ser humano nació para amar y ser amado. Y sólo comienza a sentirse realizado en un crecimiento personalizante al desplegar sus capacidades afectivas, en contacto con los demás en una actitud de servicio y donación. 232

Los sujetos «difíciles» por no decir «enfermos» —histéricos, frustrados, excéntricos, sádicos… —, se dan siempre en todos los -ambientes en diferentes grados y diversas patologías. Más aun; todos nosotros somos difíciles por momentos. Y estos sujetos son así porque se sienten vacíos de afecto fraterno. Tienen la sensaci6n de que nadie los quiere. Se sienten solos. 233

¿Qué hacer con la persona difícil? 234

La mejor medicina, el amor.  235

Francisco de Así decía que comenzaran por enterrar el hacha de la ira muchos metros bajo tierra, que controlen sus nervios y traten a los «enfermos» con pétalos de rosa pensando que tocan heridas dolientes; y que usen expresiones impregnadas de tanta cortesía y humildad que los rebeldes se sientan como «señores». 235

Amar al amable es cosa fácil y natural, pero para amar al difícil se necesita un coraje poco común, una naturaleza especial o un don infuso de lo alto. 237

Deberás tener infinita paciencia con los sujetos difíciles. Esta actitud solo puede tenerse como gesto oblativo por amor a Jesús, porque por gusto es imposible tratar con paz y cariño al perturbado. 238

Ser cariñoso significa conducirse con un corazón afectuoso en el trato con los demás. Significa ser amable y bondadoso, en sentimientos y actitudes, con los que nos rodean. 242

No hay normas para ser cariñoso. Es diferente ser cariñoso que hacer caricias. Ser cariñoso, en definitiva, significa que el otro, a partir de mi trato con él, percibe que yo estoy con él. Es una corriente sensible, cálida y profunda. 242

Hay gestos que, inequívocamente, son portadores de cariño: una sonrisa, una breve visita, una pregunta sincera: “¿cómo va esa vida?», “¿cómo te siente hoy?», un pequeño servicio, el vivir con el coraz6n en la mano. (Es tan fácil hacer feliz a una persona! Basta una palabra, un gesto, una sonrisa, una mirada. ¡Qué hermosa «profesión» esta de hacer felices a los demás, siquiera sea por un momento! Llevar un vaso de alegría al prójimo, ¡qué tarea tan fácil y sublime! ¡Qué estupendo el acercarse a un hermano deprimido y ofrecerle una palabra de esperanza: no tengas miedo; todo pasará  cuenta conmigo; mañana será mejor! Para ser cariñoso, lo único que se necesita es no estar consigo mismo, sino salirse para estar con los demás. 242

Todo lo que es vida necesita, para germinar y madurar, el calor circundante.

Amar es perder el tiempo con el hermano. Hoy día todo el mundo vive con el agua al cuello y la lengua afuera.  Perder el tiempo significa dedicar fragmentos de tiempo a los demás sin un porque, sin una utilidad concreta. Es tan fácil. Basta hacer un hueco, buscar al otro, sentarse a su lado, preguntarle cómo van sus compromisos, cómo se siente de salud… 244

Envolvamos a los que tenemos a nuestro lado en una atmósfera de paz. En. una atmósfera espiritual impregnada de gozo, intimidad, confianza y seguridad que envuelve y penetra las personas y sus relaciones. Este es el fruto maduro de la fraternidad. 244-5

 

[1] Paulinas, Madrid, 1978, (10).