Festividad de la DIVINA MISERICORDIA, primer domingo después de Pascua, 7-4-2024

Jesús, en Tí confío

«Pinta una imagen según el modelo que ves y firma:

Jesús, en Tí confío.

 Deseo que esta imagen sea venerada en tu Capilla
y en el mundo entero»

(Diario de santa Faustina Kowalska, 47).

 

Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá (Diario, 48). A través de esta imagen concederé muchas gracias a las almas (Diario, 742).

Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas. Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de Mi misericordia cuando Mi Corazón agonizante fue abierto en la Cruz por la lanza. Estos rayos protegen a las almas de la indignación de Mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios (Diario, 299).

«Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia» (Diario, 699).

«Deseo conceder el perdón total a las almas que se acerquen a la confesión y reciban la Santa Comunión el día de la Fiesta de Mi Misericordia» (Diario, 1109).

«Hija Mía, di que esta Fiesta ha brotado de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero» (Diario, 1517).

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Santa Faustina Kowalska (1905 – 1938) nació en la aldea de Glogowiec (Polonia), siendo la tercera de diez hermanos. A los 16 años salió de la casa familiar para trabajar de empleada doméstica. A los 20 años entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia donde vivió cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera hasta su fallecimiento el 5 de octubre de 1938. Monja paisana del papa san Juan Pablo II, quien fue su valedor y la canonizara en el 2000.

Las revelaciones de Jesucristo a Santa Faustina sobre la Divina Misericordia fueron negadas y prohibidas por la Santa Sede, hasta que Juan Pablo II asumió el tema como algo propio, que él había conocido de primera mano, y pronto se dieron todas las aprobaciones y bendiciones a los mensajes del Señor.

Jesucristo hizo muchas revelaciones a la religiosa polaca Faustina Kowalska, que constan en su diario, que pueden conseguir en:

http://www.corazones.org/santos/faustina_diario.pdf

 

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El SIAME propuso cinco buenas razones para rezar la Coronilla de la Divina Misericordia por las intenciones personales, por la salud de un enfermo, por un moribundo o por lo que cada persona tenga en el corazón.

En el artículo escrito por Alejandra Sosa Elízaga se explican las siguientes razones:

1. Jesús lo pide

Jesús se le apareció a la religiosa polaca Santa María Faustina Kowalska (1905-1938) y le pidió dar a conocer la misericordia divina a través de tres medios: 

  1. a) La imagen con la inscripción “Jesús, en Ti confío”.

Dijo Jesús: “Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá”. (Diario de Santa Faustina #48).

  1. b) La fiesta de la Divina Misericordia, el Segundo Domingo de la Misericordia (este año el 8 de abril).

Dijo Jesús: “Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores… El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas.” (Ídem, #699).

  1. c) La oración que Él le dictó: “Coronilla de la Divina Misericordia”.

2. Se obtienen gracias extraordinarias

Jesús dijo: “Oh, qué gracias más grandes concederé a las almas que recen esta Coronilla; las entrañas de Mi misericordia se enternecen por quienes rezan esta Coronilla” (Ídem #848).

Dijo: “Hasta el pecador más empedernido, si reza esta Coronilla una sola vez, recibirá la gracia de Mi misericordia infinita…deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en Mi misericordia” (Ídem #687).

Prometió: “Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta Coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón” (Ídem #811).

3. El Papa Francisco lo recomienda

El Papa Francisco recordó el 23 de abril de 2017 que la Divina Misericordia «es la piedra angular en la vida de la fe y la forma concreta con la que damos visibilidad a la resurrección de Jesús”. También dijo que es un instrumento contra la violencia y el rencor.

También, en el Segundo Domingo de Cuaresma de 2016, el Papa Francisco mandó repartir a los fieles en la Plaza de San Pedro “cajitas de Misericordia”, “medicina para el mundo de hoy” que contenían la imagen del Señor de la Divina Misericordia, la explicación de la Coronilla y un Rosario para rezarla.

En su Bula “Misericordie Vultus”, el Papa llama a Santa Faustina “grande apóstol de la misericordia” y pide su intercesión.

4. Es muy fácil rezar la Coronilla de la Misericordia

Jesús se la enseñó así a santa Faustina:

Se reza “con un Rosario común, del modo siguiente: Primero rezarás una vez el Padre nuestro, el Ave María y el Credo. Después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro, dirás las siguientes palabras: ‘Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero’. En las cuentas del Ave María, dirás las siguientes palabras: ‘Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero’. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: ‘Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero’…” (ïdem #476).

5. Sólo toma cinco minutos

En un retiro con un grupo de seminaristas, Sosa Elízaga invitó a rezar en grupo la Coronilla a las 3:00 p.m. diciendo: “sólo toma cinco minutos”. Al terminar, uno comentó: “chequé con mi reloj, y efectivamente son cinco minutos”.

Para el rezo de la Coronilla puede ingresar AQUI.

ACI Prensa

 

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PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO

(Regina Caeli, 16 abril 2023)

Hoy, domingo de la Divina Misericordia, el Evangelio nos narra dos apariciones de Jesús resucitado a los discípulos y en particular a Tomás, el “apóstol incrédulo” (cfr. Jn 20,24-29).

Tomás, en realidad, no es el único al que le cuesta creer, es más, nos representa un poco a todos nosotros. De hecho, no siempre es fácil creer, especialmente cuando, como en su caso, se ha sufrido una gran decepción. Después de una gran decepción es difícil creer. Ha seguido a Jesús durante años, corriendo riesgos y soportando penalidades, pero el Maestro fue crucificado como un delincuente y nadie lo ha liberado, ¡nadie ha hecho nada! Ha muerto y todos tienen miedo. ¿Cómo fiarse todavía? ¿Cómo fiarse de la noticia que dice que está vivo? La duda está dentro de él.

Pero Tomás demuestra que tiene valentía: mientras los otros están encerrados en el cenáculo por el miedo, él sale, con el riesgo de que alguien pueda reconocerlo, denunciarlo y arrestarlo. Podríamos incluso pensar que, con su valentía, merecería más que los otros encontrar al Señor resucitado. Sin embargo, precisamente por haberse alejado, cuando Jesús se aparece por primera vez a los discípulos la noche de Pascua, Tomás no está y pierde la ocasión. Se había alejado de la comunidad. ¿Cómo podrá recuperarla? Solo volviendo con los otros, volviendo allí, en esa familia que ha dejado asustada y triste. Cuando lo hace, cuando vuelve, le dicen que Jesús ha venido, pero a él le cuesta creer; quisiera ver sus llagas. Y Jesús le complace: ocho días después, aparece de nuevo en medio de sus discípulos y le muestra sus llagas, las manos, los pies, esas llagas que son las pruebas de su amor, que son los canales siempre abiertos de su misericordia.

Reflexionemos sobre estos hechos. Para creer, Tomás quisiera una señal extraordinaria: tocar las llagas. Jesús se las muestra, pero de forma ordinaria, presentándose ante de todos, en la comunidad, no fuera. Como diciéndole: si tú quieres encontrarme no busques lejos, quédate en la comunidad, con los otros; y no te vayas, reza con ellos, parte con ellos el pan. Y nos lo dice a nosotros también. Es ahí que puedes encontrarme, es ahí que te mostraré, impresas en mi cuerpo, las señales de las llagas: las señales del Amor que vence el odio, del Perdón que desarma la venganza, las señales de la Vida que derrota la muerte. Es ahí, en la comunidad, que descubrirás mi rostro, mientras compartes con los hermanos momentos de oscuridad y de miedo, aferrándote aún más fuerte a ellos. Sin la comunidad es difícil encontrar a Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, la invitación hecha a Tomás es válida también para nosotros. Nosotros, ¿dónde buscamos al Resucitado? ¿En algún evento especial, en alguna manifestación religiosa espectacular o sorprendente, únicamente en nuestras emociones o sensaciones? ¿O en la comunidad, en la Iglesia, aceptando el desafío de quedarnos, aunque no sea perfecta? No obstante todos sus límites y sus caídas, que son nuestros límites y nuestras caídas, nuestra Madre Iglesia es el Cuerpo de Cristo; y es ahí, en el Cuerpo de Cristo, que se encuentran impresas, aún y para siempre, las señales más grandes de su amor. Pero, preguntémonos si, en nombre de este amor, en nombre de las llagas de Jesús, estamos dispuestos a abrir los brazos a quien está herido por la vida, sin excluir a nadie de la misericordia de Dios, sino acogiendo a todos; a cada uno como un hermano, como una hermana. Dios acoge a todos, Dios acoge a todos.

Que María, Madre de Misericordia, nos ayude a amar a la Iglesia y a hacer una casa acogedora para todos.

 

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