FERMET, A., El Espíritu Santo en nuestra vida

Para esta fecha de Pentecostés hemos seleccionado estas breves líneas del final de esta obra de André Fermet, «El Espíritu Santo en nuestra vida»[1]. Trata de cómo el  Espíritu actúa en la Iglesia primitiva, lo mismo que actúa en la Iglesia de hoy: Y nos ayuda a discernir los signos auténticos de su acción profunda.

El Espíritu actúa fuera de las “fronteras” de la Iglesia o de las Iglesias oficiales: en las Iglesias separadas de Roma desde luego que si, pero también fuera de ellas. Recuerdo esta frase acertada del ortodoxo Paul Evdokimov: “Sabemos donde esta la Iglesia, pero no nos es dado emitir un juicio y decir donde no esta”. Como dice Congar, existen “venidas del Espíritu sin descifrar, no reveladas”, y cita a Peguy: “yo veo la flota invisible. Son todas las oraciones que ni siquiera articuladas. Pero yo las conozco. Esos obscuros movimientos del corazón, los buenos movimientos secretos que inconscientemente brotan, nacen e inconscientemente suben hasta mí. Ni el mismo que los tiene los percibe, pero yo los reúno, dice Dios, y los cuento y los peso”. 89-90.

Pues bien, todavía hoy cabe preguntarse: “¿Quién puede temer a los carismas?”; cabe responder todavía hoy, y siempre, lo mismo: una determinada Iglesia que aprovechara el pretexto del peligro muy real de posibles desviaciones ¿Cómo lo demuestra la historia?, para endurecer su autoridad, sospechar y reprimir. El deseo de prevenirse contra toda clase de aventuras conduce forzosamente, en un momento dado, a “apagar el Espíritu”, que es “aventurado” de por si —sopla “donde quiere”—. 97

Es precios medir bien los efectos de esta “carencia” doctrinal a propósito del Espíritu en la vida de la Iglesia. 100

Recurramos a una imagen de Rey-Mermet: “Cuando la Iglesia se pone a olvidar al Espíritu Santo, cosa que ocurre de vez en cuando, se pone enferma”. 100

Con otras imágenes se puede precisar los efectos de este olvido del Espíritu: “Se detiene el movimiento, se paraliza todo. La institución eclesial se crispa, pasando a ser una organización conservadora y uniforme. El cristianismo se encierra en si mismo y se convierte en uno de tantos sistemas religiosos, administrando sus recuerdos y sus ritos. La pesantez triunfa sobre la gracia. Ya no hay inspiración”. 100

El Hermano Pierre-Yves Emery, de Taize: “El don de simpatía, la capacidad de consolar a los demás, de escucharles y confortarles, el don de discernimiento; las posibilidades de que algunos gozan para hablar, cantar, dirigirse a una multitud, presidir una liturgia; el valor para creer y perseverar en la oración, incluso cuando no se recibe de ella ninguna resonancia sensible; el talento teológico, la capacidad de experimentar la fe en función de los problemas humanos del momento, y andes, de ponerlos de relieve; la lucidez para descifrar los signos de los tiempos y adivinar el provenir preparándose para el; el sentido del lenguaje, la inspiración poética, la atención del corazón, la concentración del espíritu; las cualidades requeridas para animar una reflexión, presidir una deliberación del espíritu; las cualidades requeridas para animar una reflexión, presidir una deliberación, conducir a una decisión, renovar el modo de plantear las cuestiones, La entrega de si que llega hasta compartir las condiciones de vida de los mas pobres y hacerse cargo de los mas desvalidos: ¿no son estos, por citar algunos, otros tantos dones que, comparados con el don de hablar en lenguas tienen tantas posibilidades como el de estar al servicio del Espíritu y deberse a su gracia?”. 112-113.

Profeta es el que habla en nombre de Dios a sus hermanos creyentes, bajo la inspiración del Espíritu, para “edificarles, exhortarles y consolarles” 1 Cor 14,3, y les revela el misterio de su plan y de su voluntad para los tiempos que viven 1 Cor 14,6. 123

Distinguir los signos del Espíritu es una operación delicada y en ocasiones ambigua. Esto es prácticamente inevitable, pues el Espíritu nunca se manifiesta en estado “químicamente puro”, por decirlo así, que excluya toda búsqueda, duda o vacilación: en efecto, para que actué en Espíritu ha de pasar por nuestro propio temperamentos, nuestra educación, nuestra cultura y nuestros puntos de vista: “El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu” (Rm 8,16). No podemos hacer que el Espíritu avale cualquier cosa: nuestro juicio ha de mantenerse en permanente escucha, colocarse en la “frecuencia” correcta, acomodarse; convertirse, en ana palabra. 126

No hay discernimiento valido si no hay amor efectivo. Es la vida entregada, el compromiso sin segunda intención de obtener provecho o de hacer carrea, lo que lleva a ser clarividente. Se aprende a discernir, actuando lo mejor que uno sabe en la línea de un amor que se entrega. 127

Del Espíritu procede lo que va en dirección a los pobres, a lo gratuito, a lo desinteresado, sin intención de promoción personal o de ideología partidista —no servirse de los pobres para favorecer a la propia causa o al propio partido, sino para servirles a ellos—. 128

Del Espíritu procede todo lo que va en dirección a la comunicaron, al dialogo y al intercambio, puesta la mira en favorecer la unidad y la comunion: entre razas, clases, edades, temperamentos y espiritualidades, tipos de actividades en la Iglesia… 129

Ninguno de nosotros puede “pretender vivirlo todo, hacerlo todo, ser todo. Otros realizan otra cosa, viven el Espíritu de manera divina, comunican a la fe una coloración diferente. 130

Para discernir atinadamente, tampoco se debe olvidar que le Espíritu despista y desconcierta en ocasiones; y no por el placer de despistar, sino por ser el Espíritu que crea, inventa y renueva. 130

Teniendo todo esto en cuenta, nunca la validez de mis opciones (según el Espíritu) estará garantizadas en un ciento por ciento. El riesgo y la ambigüedad son patrimonio de la condición humana. 132

“¿Por qué no comprendéis mi lenguaje? —pregunta Jesús a los judíos—. Porque no podéis escuchar mi Palabra. Vuestro padre es diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre” Jn 8,42-47, passim. 136.

Santo Tomas de Aquino definió perfectamente el estilo nuevo de toda la moral neotestamentaria, cuando escribió: “Lo mas importante en la ley del Nuevo Testamento, y en lo que consiste toda su virtud, es la fraica del Espíritu Santo dada con la fe en Cristo. Así pues, la nueva ley consiste principalmente en esa misma fraica del Espíritu Santo otorgada a los fieles de Cristo. 140

 

[1]  Ed. Sal Térrea, Santander, 1985.