«La generosidad es como un paraíso de bendiciones,/ y la limosna permanece para siempre.» (Eclo 40,17).
«Con largueza repartió, dio a los pobres; su justicia permanecerá para siempre». (2 Cor 9, 6-9).
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Paseaba Jesús por el cielo, cuando acertó a pasar por la puerta de acceso llamada Virgen María. En ese preciso momento se estaba produciendo una discusión entre los apóstoles.
Jesús se acercó:
—¿Qué pasa?
Pedro contestó:
—Señor, esta persona de ahí fuera a la que estamos revisado su historial… Para algunos de los doce nos parece un cosa y para otros otra; es decir, que tenemos dudas de si le hemos de dejar entrar.
—Veamos —dijo Jesús.
Santiago le entregó los papeles. Y Jesús preguntó:
—¿Cuál es el problema?
Pedro respondió:
—Pues, como puedes ver, esa persona en su vida no ha sido lo suficientemente generosa como para que le franqueemos el paso. Ves… —y señaló con el dedo un dato concreto en la documentación que tenía Jesús entre la manos.
—Pero Pedro…
—No, no, mira, Señor, no es que exijamos que sean tan desprendidos como tus abuelos, Ana y Joaquín, que daban la mitad de lo que ganaban, o como, entre otros muchos, san Isidro Labrador que hacía tres partes iguales de lo que ganaba: una para sí, otra para los pobres y otra para la Iglesia. No es que pidamos que sean tan así; pero otra cosa es como esta persona, que apenas si daba unas insignificantes monedas y de vez en cuando.
—¡Qué buenos ejemplos! Pero Pedro, Pedro, y todos los demás, fijaos que aunque apenas si ha dado nada, lo cierto es que ha sido mucho, mucho para ella, pues lo ha dado todo, todo lo que tenía.
A continuación Jesús pidió si tenían una Biblia a la mano. Juan le acercó una. Jesús la abrió y leyó del evangelio según san Lucas 21,1-4:
Alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo: «En verdad os digo que esa pobre viuda ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Pedro hizo una gesto con la mano a la persona que se encontraba a la puerta para que entrara.
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