El dolor, el sufrimiento…

pixabay

El sufrimiento es también una realidad misteriosa y desconcertante. Pues bien, nosotros cristianos, mirando a Jesús crucificado encontramos la fuerza para aceptar este misterio.» (San Papa Juan Pablo II). 

Después de Dachau o de Auschwitz, campos de concentración nazis, donde morían cientos de miles de seres humanos, ¿cómo es posible la fe en Dios? Ayuda a comprender algo la historia «Night» que sobre Auschwitz cuenta Elie Wiesel, el judío anclado en una formación ortodoxa, influido por la corriente mística del jasidismo y premio Nobel de la Paz en 1986. Estuvo con todos los suyos en el campo de concentración y es el único superviviente de su familia:

 

***** 

       —Dos hombres judíos y un niño fueron ahorcados en presencia de todos los presos. Los dos hombres murieron enseguida. Los tormentos del niño duraban largo rato.

           Entonces gritó alguien detrás de mí:

           —¿Dónde está Dios?

           Yo callé. Al cabo de media hora volvió a gritar:

           —¿Dónde está Dios? ¿Dónde está?

           Y una voz dentro de mi respondió:

           —¿Dónde está Dios? Aquí está. Ahorcado en ese patíbulo.[1]

 *****

 

Después de lo  que sucedió en todos estos campos de concentración, es imposible una teología, si no fuese porque en ellos fueron rezados a la vez el padrenuestro cristiano y el shemá judío. Es imposible si el mismo Dios no estuvo en Auschwitz y sufrió con todos los hombres asesinados.

Toda otra respuesta sería incomprensible, si Dios no estuviera allí con su presencia. Es lo que tan bellamente ha escrito Paul Claudel:

«El sufrimiento es un misterio. Jesucristo no ha venido a suprimir el sufrimiento. Tampoco ha venido a aclararlo. Ha venido a acompañarlo con su presencia. Y es lo que de algún modo se afirma en el talmund cuando dice que Dios sufre con el hombre. ¿Por qué? Para entender mejor al hombre y para que el hombre entienda mejor a Dios

Para nosotros, los cristianos, no cabe hablar de contradicción; pero sigue siendo un misterio. Un misterio que, a la luz de Cristo paciente, se ve como señal clara de bendición; aunque permanezca impenetrable sierpe su inconmensurable profundidad.[2]

…..

 

Raisa Maritain que después será fervorosa convertida y apóstol de Jesucristo, escribiendo sobre su vida y sus amigos, recuerda la siguiente experiencia:

«A la edad de catorce años, comencé a plantearme algunas preguntas acerca Dios. Desde el momento que sabía hasta qué punto (al menos lo intuía) pueden ser infelices y malvados los hombres, me preguntaba si verdaderamente Dios existía.

«Recuerdo claramente que razonaba así: si Dos existe, es infinitamente bueno y omnipotente,. Pero, si es bueno, ¿por qué permite el sufrimiento? Y si es omnipotente, ¿por qué tolera los malvados? Por lo tanto Dios no es ni omnipotente, ni infinitamente bueno, o sea, no existe.«

De este modo piensan muchas de las personas de nuestro mundo actual. La realidad del sufrimiento no es fácil de relacionar con la afirmación de la existencia de Dios-Amor, Infinitamente bueno… No son pocos los hombres que no pueden relacionar ambas afirmaciones y viven desconcertados y angustiados.[3]

…..

 

El dolor ayuda a madurar. Bien lo ha dicho el fundador de la logoterapia, Viktor E. Frankl:

«El hombre no educado por el dolor, permanece siempre un niño. El crecimiento, la maduración y el enriquecimiento de una vida humana esta ligados al dolor y a la respuesta la pregunta ¿Por qué sufrir?

«A pesar de ello, siempre habrá que preguntarse: ¿Dónde estás, Dios? ¿Quién eres, que callas?«[4]

…..

 

Esta es la respuesta teológica a la pregunta del sufrimiento; respuesta no completa del todo, pero sí de manera vital en cuanto a nuestra actitud ante él.

Y añadir una anotación al margen: no seamos tan mezquinos de a los que sufren arrebatarlos la esperanza: el sentido a que su padecer les da el que Dios también allá padecido y padezca con ellos, y que aspiren como Él —unidos a un sufrimiento que no es vano— a tener el mismo destino: la ascensión a lo cielo.

 El dolor, el sufrimiento… es un especial momento de ofrecernos en él a Dios.

 

………………………………………..

[1] LÓPEZ MELÚS, RAFAEL Mª., Caminos de santidad V, ejemplos que edifican, Edibesa, Madrid 2000, p.331.

[2] Id.

[3] Id., p.330.

[4] Id.

ACTUALIDAD CATÓLICA