La ley del odio te será aplicada si te desvías del camino trazado. Por eso odia a muerte al cristianismo: que aboga por la libertad de conciencia y de pensamiento y el libre albedrio y la responsabilidad moral, según la dignidad elevadísima de la persona con la que ha sido creada.
Cuando el mundo en general se pliega al NOM, a la ideología Woke, al LGTBIQ+, al pensamiento único, calla y lo asumen sin más, aunque eso tenga consecuencias nefastas, especialmente para la formación libre de los hijos, a los que se trata de inculcar,, con un adoctrinamiento ajeno a los padres, esa forma de pensar que elimina la autonomía de la persona a disponer de su mente, pensamiento, de su voluntad, a disponer de sí y a decidir lo que libremente quiera…
En esta deriva autoritaria e impositiva de aquellos que bajo la apariencia de ser benefactores de la humanidad, lo que pretenden es someterla dirigiéndola por el camino que ellos quieren. Quien no se pliega a esto, está fulminado, dado el poder coactivo que han implantado a través de las tecnologías de la comunicación y de la capacidad de influencia en los foros políticos y legislativos, donde se implantan las directrices a seguir… La nueva Inquisición decide qué es o no correcto políticamente.
Este pensamiento globalista, cada vez más aceptado como único, por seducción y atemorización, se está imponiendo sin que nada humanamente hablando pueda detenerlo. Hay fuerzas sobrehumanas, invisibles, que juegan un factor fundamental en todo esto. No nos cabe la menor duda.
El enfrentamiento entre los derechos cristianos y el NOM con su la agenda LGTB ha alcanzado un punto de inflexión. Hasta la ONU parasitada por funcionarios y lobistas pro pensamiento único toma partido cada vez más abiertamente, y trata de implantar las normas LGBT en contextos religiosos. El espacio religioso, especialmente el cristiano, es único que se resiste a aceptar esos postulados, ni siquiera los padres y las escuelas ha plantado una verdadera resistencia, ni políticas alternativas (si es que la hubiera), los científicos y ya ni todas las religiones. Todos más o menos han cedido y asumido como algo inevitable este nuevo paradigma claramente antihumano. De modo que la ONU está dando los primeros pasos para descalificar esta última resistencia tratando de convencer al mundo de que la libertad religiosa viola los derechos LGTB. De modo que se llega a calificar a fieles pacíficos y próvidas como peligrosos extremistas, cuasi con la categoría de potenciales terroristas.
Ante esta claudicación, solo el cristianismo -la Iglesia católica- es el único contrapeso y está plantando cara, aunque de manera desigual. En realidad, no hay ya nadie más, a excepción alguna asociación de padres y de familias, ni siquiera otras religiones: el gigante islamismo está en pro de esta causa de aniquilar el cristianismo de Occidente y del resto del mundo (vean África) y ocupar su puesto; no hacen ascos a la moral amoral o inmoral de este pensamiento único preponderante. Llegados a este punto, la cristianofobia socialmente establecida acabará aceptando como correcto el que se persiga a la Iglesia y a los cristianos, como únicos enemigos de la humanidad. Ya sólo falta una ley del odio «ad hoc» contra el cristianismo. Las elites satanistas ya están en ello.
En fin, ya dijo Chesterton: la Iglesia será la única que de la cada por el ser humano. ¡Y qué razón tenía!».
Es curiosísimo y tan llamativo, que provoca perplejidad, el hecho de que el odio, lo más rechazado por contrario al amor, identidad divina -Dios es amor (1 Jn 4, 16)-, lo utilicen y establezcan cual “mandamiento” laico: ley del odio, para aplicársela a aquellos que siguen el camino del Dios que es todo lo contrario, el Dios del camino del amor; a los que odian en odio les aplican la ley del odio, y lo que era un pecado lo han convertido en un delito.
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