Dios invisibilizado

Dios se hace invisible en cada ser humano, pero especialmente en aquellos que son humildes y pequeños. “El más próximo” de los hermanos es el desvalido, el marginado, el descartado… viene a ser el Cristo, “la imagen del Dios invisible”, pues Dios se identifica con él (Mt 25,40).

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         El 12 de enero, en plena hora punta, el virtuoso y admirado violinista Joshua Bell se colocó a un lado, junto a la pared, en la estación del metro de Plaza L’Enfant (Washington, E.E.U.U.), sencillamente vestido (en vaqueros y con una gorra), sacó su violín Stradivarius de 1713, de 3,5 millones de euros, con el que unos días antes había obtenido un clamoroso éxito ante un público expectante en un concierto en Boston Symphony Hall, que registró un lleno completo.

       En 43 minutos pasaron más de un millar de personas por delante de él, mientras ejecutaba seis piezas magistrales de Bach y Schubert. Nadie le prestó la menor atención, tan sólo una mujer se detuvo a escucharlo, a la que se unieron por un instante tres o cuatro personas más.

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Este fue un experimento que llevó a cabo el  Washington Post, en que se preguntaba si el hombre tiene tiempo para la belleza. En el ajetreo de la vida, la gente, como en este caso, no repara ni en la belleza ni en otras muchísimas cosas que verdejamente merecen la pena.

Si para uno de los mejores y afamados violinistas Joshua Bell aquella fue una experiencia decepcionante, porque la gente común fuera incapaz de advertir lo que el auditorio exquisito días antes le escuchaba asombrada, otro tanto cabría decirse en referencia a otras sensibilidades también impermeabilizadas para la mayoría de las personas de hoy día.

Este ir por la vida como transeúntes autómatas, especialmente hoy día, centrados en sí mismos, a veces con cascos, ausentes de todo, con prisas y ajenos a cuanto ocurre alrededor, sin ver a los demás…., habla del tipo de vida que llevamos que conduce a que la gente no repare en algo hermoso en un ambiente banal. Ahora bien, algo si hay que destacar positivamente: en tan poco tiempo, menos de un ahora, la gente de echó en la funda 32 dólares (que donó), fueron 27 donantes, lo que no está nada mal.

Dice de forma insistente el evangelio según san Mateo (25,31ss) a cerca del juicio al final de nuestra vida:  (…) «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.» Entonces los justos le contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?» Y el rey les dirá: «Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.» (…).

Dios, como el violista pedigüeño, aparece invisibilizado a los ojos de los que carecen de un órgano afinado para detectar la belleza o el amor. Quien carece de la capacidad para amar al prójimo no es apto para la fe que hacer ver a Dios presente en su imagen. Ya puede tocar la mejor y más eleva sinfonía que si no se tiene una gusto por la música o se vive ajeno al bien y la belleza, jamás se podrá apreciar, trascender, lo que hay más allá de la apariencia, el templo del alma humana donde Dios invisible habita.

Esta anecdótica experiencia nos recuerda algo serio, grave, trágico: A Jesús colgado en la cruz, tan sólo una persona de los no allegados, Dimas, es capaz de reconocerle como quien verdaderamente era…

Joshua Bell, en el metro, Foto Youtube

Esta ceguera o carencia de fe que imposibilita amar según Dios, gratuitamente, especialmente a las personas más desfavorecidas, sin ropajes ni atuendos caros, nos compromete en la responsabilidad de lo que Dios ha dispuesto:  Jesucristo, imagen del Dios invisible (Col 1,15), ha querido identificarse con cada persona humana, de manera que lo que hagamos a esta o dejemos de hacerla, es como si se lo hiciéramos a Él o no. Lo cual nos acerca o distancia de su proximidad, y a la hora de la verdad, en el juicio, nos hará estar con Dios o no.

Como dijera san Juan de la Cruz, «al atardecer de esta vida seremos examinados en el amor». Y especialmente en un amor misericordioso, un amor hacia los pequeños y sin apariencia… Y nos recuerda el papa Francisco: «Jesús revela el criterio decisivo de su juicio, es decir, el amor concreto por el prójimo en dificultad. Y así se revela el poder del amor, la majestad de Dios: solidario con quien sufre para suscitar por todas partes comportamientos y obras de misericordia. (…) De este modo escondido Él se deja encontrar, nos extiende la mano como un mendigo.» (Ángelus 26-11-2017).

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