Jesús en la cruz estuvo acompañado de dos condenados. A uno, Dimas, le dijo «esta tarde estarás conmigo en el paraíso»; en cambio, a otro, no se lo dijo, ¿por qué? El primero mostró cercanía con Jesús, fe en él, lo defendió, hubo un reconocimiento de era inocente y en cambio él no; en cambio, el otro se mofó de Jesús, no creyó en él ni en ese momento tremendo de la muerte. Jesús de este no dijo nada en contra, pero tampoco a favor.
Ha unos años se cambió en consagración en la misa el termino todos por muchos, cuando se dice: «Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía». Aunque el Señor murió por todos los seres humanos, por la Humanidad entera, la posibilidad de que todos se salvan es cierta pero no es la más probable, sino que sean muchos muchos, pero tal vez no todos. Por estos motivos:
- Jesús dijo que el pecado que no sería personado sería el cometido contra el Espíritu Santo; es decir, el que contumazmente a las obras de Dios las califica como demoniacas, al bien como malo y viceversa.
- Dios todo lo puede, hasta la cuadrátura del círculo, es decir, lo imposible; pero lo que no puede es contradecirse: Dios ha creado a hijos humanos con la grandeza de la dignidad de su semejanza, es decir, con voluntad propia y la consiguiente libertad, que eleva sus decisiones y actos otorgándoles una valor inigualable. Dios quiso que esto así fuera al crear a estos seres humanos, y decidió respetarlo; por lo que no violentará la voluntad rebelde, anulándola; de modo que como ocurriera con los ángeles caído que decidieron oponerse a Dios, puede ocurrir con los humanos que se oponen a su designio de acogernos, pase lo que pases y sean cual sean los pecados, en el cielo.
- Decía san Agustín que «Dios que te ha creado sin ti, no te salvará sin ti». Es decir, que Dios pondrá todo de su parte para llevarnos consigo a su Gloria —y la encarnación y muerte de su Hijo Jesús es muestra de ello—, pero se espera que por parte de la persona humana ponga de su parte, lo que responsablemente le corresponda: como mínimo una aceptación, un si quiero, un acto de fe, un creer confiadamente en su misericordia, en el estrechar la mano que Dios le tiende, en tomar con gratitud el don que se le ofrece.
- Por otro lado, son muchos los pasajes de los Evangelios en que se nos pone de manifiestos los riegos reales que corremos si no guardamos los preceptos de Dios. Son muchos los momentos en que se nos habla del infierno, del juicio final, de la responsabilidad de los pecados, de no amar, etc., etc.
- El papa Francisco en muchas ocasiones, llevado por su ternura, no exento de buenismo, afirma: «Cristo ha nacido, muerto y resucitado por todos. Por todos, nadie excluido.[1] Si en el cielo cabemos todos y todos estamos invitados a entrar en él; pero no todos entran, sencillamente: porque hay que entrar al convite del banquete eterno bien vestido: «Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: `Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?´. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: `Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes´” (Mt 22,11-14).
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[1]Audiencia, 22-11-2023. Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 27. El anuncio es para todos.