Actualidad Católica se une en este día de la mujer, en pro de un reconocimiento efectivo y real de la dignidad y derechos femeninos en igualdad al hombre, en todos los ámbitos y en todos los sentidos. Todo lo que vaya contra la igualdad de ambos sexos debe ser corregido, sea en el campo o espacio que sea: laboral, de oportunidades, de trato y consideración, en el hogar, etc. Y nos declaramos feministas en los términos que dice la periodista y escritora estadounidense Gloria Steinem: «Un feminista es cualquiera que reconozca la igualdad y plena Humanidad en hombres y mujeres».
La igualdad de todos los seres humanos es absoluta y querida por Dios Creador, que nos hizo de la misma pasta, y nos selló con el cuño de la imagen y semejanza de la Segunda Persona de la Trinidad, el Hijo: «Creó, pues, Dios al hombre (ser humano) a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” (Gen 1,27). Y «no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús.» (Gal 3,28). Todos los seres humanos, sin distinción de raza, pueblo, género, condición, capacidad intelectual o física, debilidad, etc. Esto es inamovible. De modo que la igualdad de la mujer y del hombre es un «dogma de fe» para todo cristiano.
A los cristianos nadie nos tiene que aventajar en cuanto a la igualdad; pues, incluso, vamos más allá, consideramos a nuestro prójimo (del sexo o género que sea) como hermano en Cristo, y por lo tanto estamos por la fraternidad, y cuyo Padre Dios nos quiere a todos por igual, como hijos suyos.
En este día tan importante de la mujer también se celebra la santidad de san Juan Dios, que dedicó su vida al cuidado de los enfermos. Lo cual tiene la connotación de que la más vocacionada profesionalmente a esa labor de atención hospitalaria a los enfermos y los más débiles, que requiere de una mayor ternura y delicadeza propias de la mujer.
Por lo demás, añadir algunas consideraciones:
- Este movimiento reivindicativo está siendo parasitado, apropiado, por las ideologías de izquierdas, de forma excluyente, e impropia, para sacar réditos electorales; cuando en unión con todas las fuerzas ideológicas del signo que sean, se podrían alcanzar mayor, mejor y más rápidos resultados en cuanto a lo que se reivindica. Esta patrimonialización hace un flaco favor a la causa.
- La posible manipulación del feminismo, como fuerza o movimiento, es susceptible que suceda. Y en esto hay que estar observantes. Al igual que ha ocurrido y sigue y seguirá ocurriendo con ese otro movimiento LGTBI que de pasar de reivindicar su no marginación y de respeto y consideración en la trato, hemos pasado a una promoción e imposición y un claro intento de desestabilizar el orden moral y natural, buscando en este caso objetivos ocultos. A estos objetivos puede conducir una inadvertida manipulación también del movimiento feminista.
- El feroz ataque que una parte del feminismo, el radical (o también llamado feminazismo), puede acabar en un hembrismo furibundo de odió hacia el componente masculino, y creando una lucha de sexos. Lucha de tiene una deriva de la lucha de clases de ideologías marxistas, que al quedarse sin «trabajo» en el campo económico, la han encauzado a este campo del hombre y la mujer.
- El respeto de los derechos de la mujer es algo fundamental, pero no en un contexto de antagonismo con el hombre. La defensa de las mujeres no puede fundamentarse en criminalizar a todos los hombres. Se puede instalar peligrosamente en la sociedad la obsesión con el machismo y la urgencia de ver supremacía masculina en absolutamente todo. Estamos con el feminismo bien entendido y no con feminismo de género: el primero defiende la lucha por la igualdad, el segundo lucha contra los hombres.
- En el afán de apretar para obtener los logros legítimos se puede caer en el esperpento y caricaturizar reivindicaciones y derechos, llevando los temas a procurar no ya derechos sino privilegios y legislaciones discriminatorias para la parte masculina. Por ejemplo: La ley contra la violencia de género es una anomalía democrática: castiga más al hombre que a la mujer por cometer el mismo delito; lo cual supone anomalía democrática al sancionar de forma diferente el mismo delito en función del sexo del autor y no del delito en sí. Otro tanto ocurre con la llamada discriminación positiva, que parece hacer pagar al hombre de hoy los pecados de los del pasado, y con creces.
- Ah, y el gran olvido: la defensa de la mujer como madre, y como fundamental en el hogar y en la crianza y educación de los hijos. Las y los feministas están muy preocupados por la representación de las mujeres en los consejos asesores y en la alta dirección de empresas, pero nada por la maternidad de la mujer. Tal vez sea porque tratan de destruir la mayor grandeza de la mujer, porque es un vínculo poderosísimo que se resiste y opone a la pretensión de la ideologización de la biología… Y a la vez y también destruir la familia (cristiana), pilar fundamental de la sociedad y de la forja de la persona.