Manuel es un hombre sencillo pero experimentado, instruido y forjado en el mundo de la empresa. Vamos, que «no se ha caído de un guindo» como decimos en España. Creció pensando que Dios era parte de su vida, hasta que cayó en una densa oscuridad. Pudo haber dado la espalda por siempre al Señor. Hubiera sido más cómodo quizás, pero optó por quedarse aunque fuera disimulando su fe, «haciendo teatro». Gracias a su fría pero perseverante constancia le ha guiado fue «sorprendentemente guiado» hasta ver su vida llena con el don de lágrimas, la oración de alabanza y el matrimonio como misión, camino de felicidad y santificación.
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