Como ovejas entre lobos

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Hoy, 14 de julio, en la liturgia de la misa se lee el evangelio según san Mateo (10,16-23):


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre.»

 

Ya lo advirtió el Señor de que los fieles seguidores suyo, sencillos y mansos cual corderos, fueran precavidos, ya que por la feroz maldad del mundo serán maltratados: denunciados traidoramente, encausados, castigados, encarcelados y hasta asesinados. Esto es algo que Jesucristo supo que pasaría siempre. Desde hace 20 siglos ha venido sucediendo, comenzado por Él, que fue el primer cristiano, y no cesará hasta el fin de los tiempos.

Es más, precisamente según Jesús —y como se señala en tantos sitios de las Escrituras— también nos previno de que al final de los tiempos habría una agudización brutal de la persecución de los suyos, de su Iglesia, de manera tremenda, hasta denominarse de gran tribulación, y tal forma que incluso durante la cual se correrá el riesgo de extinción de los cristianos.

En esta inquina persecutoria contra los cristianos intervendrá todo el mundo: la gente (cualquiera, fanáticos, chivatos, aprovechados, medios de comunicación, etc.), los tribunales, las sinagogas (otras iglesias, confesiones, sectas, ideologías, etc.), gobernadores y reyes. La crudeza de la perversión humana en general será tal que incluso alcanzará a los más cercanos: El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán.

Sed amables, pero no os fieis.

Si un lugar os resulta invivible, iros a otro.

Por la causa de Cristo os pasarán estas cosas. Será el momento de dar testimonio ante el mundo del Evangelio; el Espíritu Santo en esos momentos estará presente interviniendo: inspirando lo que se tenga que decir e insuflando valor, unción. Y, al final, el perseguido por causa Cristo, el mismo Señor será su valedor en el cielo. «Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará

Palabras del papa Francisco sobre los corderos y los lobos, en la Audiencia General de 15 febrero 2023:

«Yo os envío como ovejas en medio de lobos» (v. 16). No nos pide que sepamos afrontar a los lobos, es decir, que seamos capaces de argumentar, contraatacar y defendernos: no. Nosotros pensaríamos así: llegamos a ser relevantes, numerosos, prestigiosos y el mundo nos escuchará y nos respetará y ganaremos a los lobos: no, no es así. No, os mando como ovejas, como corderos, esto es lo importante. Si tú no quieres ser oveja, el Señor no te defenderá de los lobos. Arréglatelas como puedas. Pero si tú eres oveja, está seguro que el Señor te defenderá de los lobos. Ser humildes.  Nos pide que seamos así, mansos y con las ganas de ser inocentes, estar dispuestos al sacrificio (…) Y Él, el Pastor, reconocerá a sus corderos y les protegerá de los lobos. En cambio, los corderos disfrazados de lobos son desenmascarados y devorados. Escribía un Padre de la Iglesia: «Porque mientras somos ovejas, vencemos; aun cuando nos rodeen por todas partes manadas de lobos, los superamos y dominamos. Pero si nos hacemos lobos, quedamos derrotados, pues nos falta al punto mismo la ayuda del pastor. Como quiera que Él apacienta ovejas y no lobos» (S. juan Crisóstomo, Homilía 33 sobre el Evangelio de Mateo).  

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