Arrebatamiento a los padres la educación de los hijos

El derecho de los padres a educar a sus hijos viene estando en el objetivo del poder político (y de todos los que están oscuramente detrás). Los progres de izquierdas en España —entre los que están la mayoría de los miembros del Tribunal Constitucional—  están perpetrando el arrebato este derecho fundamental. Se ha consolidado el pronunciamiento en 2020 de la ex ministra de cultura Isabel Celaá: «No podemos pensar de ninguna de las manera que los hijos pertenecen a los padres». Lo cual es un atentar contra la patria potestad y contra un principio fundamental que es el de la libertad de educación.

La familia, última trinchera ante las ideologías. La unidad familiar es un dique de contención a las pretensiones del marxismo cultural, que pretende acabar con los valores y la tradición que se sustenta en el cristianismo. Y para ello, también arremeten contra los colegios cristianos: este Tribunal Constitucional proge en sintonía con el Gobierno ultra progre, se apunta decididamente a la causa: La Constitución permite quitar la clase de religión, y los fondos a escuelas cristianas. 

Todo esto es un avanzar en la línea Woke y de la Agenda 2030. En lo cual España se ha convertido en el alumno más destacado. Este país parece como un ensayo del globalismo rapante: un país sin autoestima, maleado, sin voluntad propia ni criterio, ni moral cosistente que responsabilice, a merced del progresismo de izquierdas (socialcomunismo y materialistas de toda laya), se yergue como enemigo de los valores de siempre, del cristianismo y especialmente del catolicismo. Esta es una intentona que el NOM (nuevo orden mundial) procura exportar a todo el mundo.

Aunque parezca increíble que tal pretensión (arrebatar a los padres la educación de sus hijos, para dictar ellos lo que deben saber y pensar) se plantee con semejante descaro, sin el menor rubor, como si eso fuera un derecho al que moralmente estuvieran legitimados (y si no, les da igual). El que tal vulneración de un derecho de siempre, fundamental, se esté llevando a cabo con tal atrevimiento obedece a varias razones: porque hoy día el poder político goza de un poder extraordinario, para crear opinión pública y guiar a las masas: los medios cada vez más está en el negocio que en hacer periodismo de vocación por la verdad; porque la subvenciones de grupos y grupúsculos (asaciones minúsculas y numerosas) que ejercer el jaleo social, a costa del erario público es de una eficacia notable; porque el peso de los argumentos cada vez tiene menos poder de convicción y poco que queda, tras la volatilidad de las múltiples noticias y opiniones, siempre hay argumentos que jugando con ellos, retorciéndolos, resaltándolos y/o soslayando los contrarios,  o poniendo el foco sobre lo particular elevándolo a categoría de los universal, etc., etc., siempre acabará apareciendo convincente y que la gente lo tome como lo mejor.

Echan mano, de manera torticera pero efectiva, de argumentos particulares (como el de que si los padres fueran yihadistas, machistas, dorgadictos, etc.) para cuestionar un derecho universal y arrebatarse al común de los padres, aunque estos sean ejemplares (como son la mayoría); pero como decimos, con la cantidad de medios afines y que les aplauden, producen los efectos deseados en la población. Es decir, de la excepcionalidad hacen una causa común. De modo que el caso es salirse con la suya, aunque haya que atropellar derechos esenciales y constitucionales.

Por otro lado, y esta es otra: este arrebatamiento de hecho de la patria potestad, se está llevando a cabo en cuanto a los derechos, pero no en los deberes, eso no; las responsabilidades (del cuidado, la alimentación, los gastos, el riesgo de denuncia por su desatención, el asumir subsidiariamente las trastadas o daños que los niños hagan, responsables civiles por sus actos,  etc.), quedan para los progenitores. Ahora de lo otro, del adoctrinamiento (=lavado de cerebro) de eso se encarga el poder estatal (y para estatal).

Otra cuestión: a la edad de poderles inculcar proselitistamente ideologías según el poder estatal quiera, se muestran de una consideración hacia el niño, en pro de su defensa y el velar por sus derechos, según ellos; pero, en cambio, cuando aún están en edad de no ser adoctrinados, como cuando están en el útero materno, ahí los derechos del niño no existen, la preocupación por ellos es nula o menos que nula, se da todas las facilidades para que se les pueda aniquilar, abortar.

Otro asunto: nadie se pregunta —amen de a usurpación del derecho a los padres— del daño que con ese tipo de enseñanzas que proponen –obra de ingeniería social y sexual- puede acarrear a una infinidad de niños. Y no nos referimos sólo a la cuestión trans, sino a la contaminación mental, a la configuración de pensamiento y a la moralidad (o amoralidad) con que se está forjando a las futuras generaciones.  

Y todo esto lo envuelven con palabrería de que si la igualdad, la consideración de los demás, la tolerancia, el respeto a la diversidad, la inclusividad, etc. ¿Cómo si hubiera mayor igualdad, respeto, consideración, que el que se ofrece entre hermanos en un hogar o en la fraternidad nacida de la doctrina cristiana —que trata de demoler— donde hay un Padre que nos hace a todos los humanos hermanos, y a los que pide que se les ame como a uno mismo?

En fin, que da miedo pensar lo que estas gentes que ostentan el poder (manifiesto o no) son capaces de llevar a cabo. Lo que se adivina tras estas maniobras es de honda preocupación, y máxime con el acrecentamiento de lo medios favorecedores de la capacidad de control y manipulación de las personas, los ciudadanos y las sociedades. Da miedo, la verdad.

 

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La configuración mental de las nuevas generaciones

Los Padres, el Estado y los Hijos

 

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