A ver en qué quedamos

La calenturienta cristianofobia no descansa, ni por Navidad, o, precisamente, mucho menos.

Hace años, bastantes, se decía que si Jesucristo no existió, que si fue una elaboración de los apóstoles, especialmente de Pablo, etc. Eso no coló, pues las evidencias históricas desmotaron tal especulación. Después, no hace tanto, lo de que si Jesucristo fue un extraterrestre; pero eso decayó porque no había como mantener con algo serie esa elucubración fantasiosa. Luego vino, lo de que se trataba de un hombre, simplemente, con tentaciones como los demás, e incluso se le dedicó incluso una película, «La última tentación de Cristo»; y todo eso, que tuvo su momento, pasó. Y ahora, ya en ente siglo, hasta hace un par de años atrás, se decía que si Jesús estuvo casado con María Magdalena, y con la que incluso con la que hubiera tenido descendencia; es decir, que era no era célibe, sino que se lo hacía con… Y ahora, hoy día, de ser un macho heterosexual, hemos pasado a que es homosexual: eso parece decir «La primera tentación de Cristo», que presenta un «Jesús gay», y que ha sido realizada por el grupo Porta Dos Fundo y publicada en la plataforma Netflix. 

En fin, esto es lo que hay. Seguramente y no tardando, aparecerá algo respecto a que Jesús (=Dios Salva), que entró por amor en la vida humana haciéndose uno de nosotros en las entrañas de una jovencita, llamada María, en un apartado y humilde lugar, llamado Belén, se trataba de un transhumano, es decir, un espécimen avanzado a su tiempo, un posthumano, y que representaría una voluntad de autotrascendencia, o algo así; con superpoderes, y que encarnaría la evolución imparable que aportará la tecnología a la naturaleza humana, cumpliéndose aquello de «seréis como dioses».  Ya lo veremos, ya. Suma y sigue.

Y Dios, nuestro Dios, nace sencillo y callado, reclinado en un pesebre, rodeado de pastorcillos, llenos de asombro…

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