A mayor increencia, mayor corrupción

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Esto de la corrupción se ha vuelto algo tan generalizado y tan normal, que parece formar parte cotidiana del paisaje, está ahí como las esquinas en las calles; vamos, como moneda de uso corriente (y nunca mejor dicho); se ve con una naturalidad, ,  que si uno se detiene a pensarlo, resulta chocante e inquietante.

Llama la atención el que cualquiera, sin pudor alguno, haga a otro una propuesta deshonrosa. Algo que no ha muchos años, se hubiera tenido por una inmoralidad que atentaba contra la integridad, los principios y el respeto de uno por los mandamientos de Dios y la voz de la conciencia y por el propio honor, estima y grandeza.

Y otro factor igualmente sorprendente es el poco o nulo interés o preocupación de los padres que inculcar a sus hijos valores como este de la decencia. A muchos padres les da exactamente igual que sus hijos -ya desde sus más tiernas edades- participen en sus piraterías por Internet de música, libros, películas, etc.; a otros, que falten al respeto a profesores -e incluso hasta ellos mismos participan directamente en ello-; a otros, les da igual la compañía con las que sus hijos se juntan; a otros, el tipo de películas o programas -indecentes o violentos- que ven por la televisión, etc., etc. Toda esta malformación o mala educación no hace sino forjar personalidades sin vergüenza, sin escrúpulos…, y en definitiva, sin conciencia.

En España, tristemente, el ser corrupto empieza a ser parte del alma de este pueblo. Hoy día no es extraño que en cualquier momento, por la calle, en la parada de un autobús, en el metro, en un semáforo, se oiga una conversación en términos como «no hay nada más que corruptos», «somos unos corruptos», «este es un país de corruptos», etc. El egoísmo, el comportamiento deshonesto, la carencia de escrúpulos y la falta de conciencia lo dominaba todo.

Esta es una gran verdad que cada día se hace más real, y lo más triste es que no se es consciente de su gravedad, o si se intuye, no se hace ni el menor caso.

Y como la cuestión hace referencia al ámbito de lo moral y por ende a la dimensión religiosa, hay que extraer una lectura de su vinculación. Ésta es una verdad inamovible: a mayor increencia, mayor corrupción. Ambas realidades andan de la mano. Cuando se roban el 98% de la música, videojuegos, películas, etc., es normal que la gente no crea, creer implica no robar.

Esta es una sociedad cada vez más irreligiosa, desespiritualizada, mostrenca, el materialismo lo domina todo, de ahí que la ética y los valores morales carezcan de relevancia, pues hacen referencia a lo espiritual. Y como dice el escritor Vargas Llosa: «Una sociedad democrática no puede combatir eficazmente a sus enemigos, comenzando por la corrupción, si sus instituciones no están firmemente respaldadas por valores éticos, si una rica vida espiritual no florece en su seno como un antídoto permanente a las fuerzas destructivas

Bien haríamos en ir replantearnos las cosas que hacen referencia al alma humana, si no, las consecuencias con el tiempo serán verdaderamente catastróficas en lo que realmente importa.

 

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