En homenaje a D. Bonhöeffer, pastor alemán, antinazi, al que su compromiso le llevó incluso a participar en actividades de espionaje y a verse implicado en el intento de asesinato de Hitler. Teólogo que descubre la laicidad y llega a preguntarse cómo expresar la esperanza cristiana en un mundo sin Dios. Este hombre excepcional fue ahorcado en 1945, cuando contaba 39 años de edad, por orden de Hitler. «Sólo la total debilidad de Dios nos puede ayudar» (D. Bonhöeffer, desde la cárcel nazi).
***** Resulta estremecedora la narración que hace Elie Wiesel de un hecho tremendo que sucedió en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial. El cuadro es el siguiente: cuelgan de las sogas dos adultos y un niño que acababan de ser ahorcados. Y cuenta: Los dos adultos ya no vivían. Sus lenguas colgaban hinchadas, azuladas. Pero la tercera soga no estaba inmóvil: el niño, muy liviano, vivía aún… —¿Dónde está el buen Dios, dónde está? —preguntó alguien detrás de mí. Más de media hora quedó así, luchando entre la vida y la muerte, agonizando ante nuestros ojos. Y nosotros teníamos que mirarlo bien de frente. Cuando pasé delante de él todavía estaba vivo. Su lengua estaba roja aún, sus ojos no se habían apagado. Detrás de mí oí la misma pregunta del hombre: —¿Dónde está Dios, entonces? Y en mí sentí un voz que respondía: —¿Dónde está? ahí está, está colgado ahí, de esa horca… Esa noche, la sopa tenía gusto a cadáver.[1] ***** En los Gólgotas no hay nunca una cruz sola.[2] *****
«O Dios no puede impedir el mal o no quiere; si no puede, no es omnipotente, si no quiere, no es bueno» (Epicuro). «Si Dios permite el sufrimiento de un solo niño, pudiéndolo impedir, ¡yo soy ateo!» (Robinson). «La expresión ‘Dios permite el mal’ tiene el sentido de que Dios puede sacar bien del mal, y, en este sentido, la frase es correcta. Pero no dice cómo saca Dios bien del mal, y, en este sentido puede inducirnos a error. Mejor y más exacto es decir que Dios lucha contra el mal y nos libra del mal. Y nos invita a luchar con él. También en nuestro amor, en nuestro espíritu de servicio, en nuestro trabajo, lucha Dios contra el dolor y el mal”[3]. Lo que a ojos del intramundo aparece como total debilidad en la lógica del Reino resulta ser la revelación de la potencia extraordinaria y omnipotente del amor: Dios en Cristo es la plena manifestación del amor doliente, que prevalece. Dios no está ausente ni está con el verdugo, sino con la víctima, encarnado místicamente con ella. El Dios que se encarnó ayer, se encarna hoy y se encarnará mañana en cada pasión humana. Es ciertísima la queja de Max Weber cuando decía qué «manía de la Biblia de ponerse de parte de las víctimas». Dios entra en comunión solidaria con el hombre maltratado, para que el trato malo no lo haga perder su condición humana. Dios «no» le evitará el ser tratado mal, pero impedirá que le haga mal (malo). Y así poder decir con san Pablo: Todo lo puedo en Aquel que me conforta (Flp 4,13). Dios quiso estar presente en el sufrimiento, compartir el dolor y la impotencia humana, y esto se entiende en sus estremecedoras palabras en el Gólgota. Dios no se quiso perder esa experiencia humana. Donde un hombre o un pueblo sufren, allí está Dios. Y se revela en él, como se reveló en la cruz, de manera oculta, dolorosa, misteriosa,… En el sufrimiento Dios está; ahí seguro que lo encontramos, y lo encontramos de manera místicamente omnipotente. En el dolor Dios se manifiesta de manera sublime. Y sólo desde esa fe nos atrevemos a decir con toda osadía que los que sufren son unos —por duro e incomprensible que parezca— privilegiados, pues Dios está con ellos. En la desgracia yo estaré a su lado (Sal 91,15), palabra. Dios, colgado, crucificado, padeciendo la injusticia y no plantando batalla al mal es su terreno, con sus armas, no resistiéndose a él según sus normas de tinieblas, según las leyes de su reino, en su espacio, su campo de acción, el ámbito de lo finito, donde se da la injusticia, y Dios la sufre, no la huye. El sufrimiento es una tierra donde también o aún más se puede crecer.
………………………………………………………. [1] WIESEL, E., La noche, el alba, el día, Muchnik, Barcelona 1975, p.70. [2] CAMON AZNAR, J., El ser en el espíritu, Ed. Gredos, Madrid 1959, p.192. [3] OVIEDO,M., El problema del mal, en RS, nº 641, diciembre de 1993, pp.6-8.
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