Felipe Neri fue un sacerdote de gran sencillez, cercano y de gran sentido de humor. Pasaba mucho tiempo en las calles de los barrios pobres, en busca de necesitados a quienes ayudar. Rehusó el cardenalato diciendo que prefería el paraíso. Era de una humildad acrisolada. «No acepto gloria humana» (Jn 5,41).
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Decía San Felipe Neri que el orgullo era el peor pecado, y, para humillarse él, iba siempre vestido de cualquier manera, y a veces daba saltos y hacía piruetas en medio de la calle, sólo para que se rieran de él. Y aconsejaba a sus discípulos que lo hicieran también.
—Cuando los hombres se ríen de nosotros —afirmaba— Dios nos mira con más amor.
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No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o vanagloria. (Flp 2,3).
Y lo que se estima tanto entre los hombres, es abominable delante de Dios. (Lc 16,15b).
«El mayor de vosotros sea vuestro servidor. Pues el que se ensalza, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado». (Mt 23,11-12).
«Gustad de ser ignorados y tenidos en nada. Después de haberlo dejado todo, es necesario dejarse, sobre todo, a sí mismo.» (Sta. Teresa de Lisieux).
«El más alto heroísmo para un individuo, como para un pueblo, es saber afrontar el ridículo; es, mejor aún, saber ponerse en ridículo y no acobardarse en él.» (Miguel de Unamuno).