Carey Nieuwhof es un antiguo abogado norteamericano reconvertido en orador, vendedor de libros de liderazgo y «plantador de iglesias», que es como se llama en entornos protestantes evangélicos a los que ponen en marcha nuevas comunidades evangelizadoras, y los que ayudan a que se consoliden y crezcan.
Sus libros, podcasts, vídeos y predicaciones suelen dirigirse a líderes cristianos, para hacerles crecer en fe pero también en eficacia, evitar malos hábitos, ayudarles a dar más fruto y evitar que se quemen o desanimen (por todo tipo de razones: desatender su vida familiar, o espiritual, agotarse sin sentido, etc…). Pero más allá de ese tema, es un oteador de tendencias, mira lo que sucede en el mundo de la evangelización y señala causas y posibles efectos.
Recientemente, ha señalado «10 razones por las que los cristianos comprometidos van menos a la iglesia». Algunas causas están muy centradas en el contexto cultural norteamericano, pero ya empiezan a verse también en España y países hispanos y europeos. Otras tienen mucha relación con los ambientes específicamente protestantes, pero no tanto como parecería al principio.
A la hora de interpretar estas razones desde un contexto católico y español, hemos de recordar la mayor diferencia: la misa dominical es obligatoria para el católico, y comete pecado grave (y necesita confesarse de ello, y no podrá comulgar si no se confiesa) quien deja de ir a misa un domingo (excepto por causas serias justificadas: el Catecismo señala el cuidar de enfermos o niños, o problemas de salud, y aún así se pide al fiel cumplir el precepto dominical rezando en casa o leyendo la Biblia o dedicando tiempo espiritual a Dios).
En España, se declaraban «católicos practicantes» un 21% de los españoles (CIS noviembre 2019, antes de que el socialista Tezanos se hiciese con el CIS). Por comparación, en Inglaterra y Francia los cristianos adultos practicantes -de todas las denominaciones cristianas- oscilan entre el 5 y 9%.
En el protestantismo es distinto porque acudir a la Iglesia en domingo no es obligatorio. Es muy recomendable, es una forma de alimentar la fe, de mantener lazos sociales, de ser temerosos de Dios y buenos cristianos, de escuchar la palabra, de demostrar compromiso, etc… Se «supone» que un cristiano va a la iglesia «a menudo». Va acompañado de algunas actividades sociales y de escuela dominical para los niños (catequesis de domingo) pero ir al servicio dominical en sí no es «obligatorio», no hay mentalidad de «cumplir con el precepto dominical» y quien se lo salta, por ejemplo, para salir de excursión con su familia, no peca.
A medida que nuestros países se instalan en la postmodernidad opulenta, con su oferta infinita de actividades alternativas, el catolicismo se beneficia de su insistencia en el precepto dominical: hace distinto el domingo, implica bastante compromiso y vertebra bastante a las comunidades.
Dicho esto, veamos las 10 razones que hacen que la gente que cree, e incluso reza, y que ama a su parroquia o comunidad cristiana, donde ha pasado buenos momentos, pase a acudir muy poco a ella, quizá sólo media docena de veces al año. Son las razones de los creyentes, no de los incrédulos ni indiferentes, tal como las detecta Carey Nieuwhof.
- La gente tiene más dinero, y puede hacer más cosas
Este es un argumento más aplicable a EEUU que a otros países. Nieuwhof señala que en EEUU y Canadá, grandes franjas de la clase media se convierten en clase media alta. Hay más gente con dinero, de esa que sin ser superricos han decidido que pueden permitirse casas más grandes, coches más caros, y todo lejos de la parroquia, sin vida de barrio. También se permiten más viajes y grandes actividades de fin de semana. O trabajan mucho para mantener todo eso. Mucha gente de clase media iba a la iglesia porque tenía la posibilidad de realizar actividades de amistad y relación que no costaban dinero. Ahora, con más dinero, tienen muchas más opciones, y muy seductoras.
¿Y en España? La crisis, los ERTES, la pandemia y ahora la guerra que incrementa precios no permite decir que hay «más gente que tiene dinero». Pero es cierto que entre la clase media alta, la salida al chalet, la casa de campo, la urbanización con piscina, etc… se ha convertido en una obsesión. Algunos van a la iglesia del pueblo en el fin de semana. El hecho de que haya iglesias católicas en casi cada pueblo ayuda a algunos a cumplir el precepto dominical. Pero la escasez de sacerdotes en algunas zonas lo dificulta.
- Obsesión por las actividades de fin de semana de los chicos
Esto es una auténtica plaga en Estados Unidos, pero también en España. La gente no tiene muchos hijos, sólo uno o dos, pero los apunta a varios deportes de competición, y eso requiere viajar a competiciones en otras ciudades, o en la misma ciudad, muchos domingos, lo que dificulta asistir a misa. Otras veces no es deporte, sino teatro, ballet, etc… pero es el deporte el que exige jugar cada fin de semana, y cada dos semanas ir a otro barrio o ciudad. Los padres priorizan eso, empieza a saltarse la iglesia un domingo, luego otro, y al final siguen diciendo que son creyentes, van en Navidad o Semana Santa, pero ya no dedican el domingo al Señor. Esto se da en España y EEUU, entre católicos y protestantes.
- Más obsesión por viajar: puentes, fines de semana largos…
Además de la escapada de fin de semana, está el puente, el otro puente, el acueducto de la «Inmaculada Constitución» en España, los viajes del Imserso… y, si hay dinero -y pocos hijos, o ya fuera de casa- la gran opción es viajar. El coronavirus lo ha detenido, pero solo por un tiempo. Y, de hecho, muchos han descubierto los placeres del turismo interior en España, país lleno de atractivos.
Nieuwhof señala que en EEUU familias de clase media pueden ir en caravana, de camping, intercambiar casas con amigos de la otra punta del país… Eso no hace que dejen de ir a la iglesia del todo, pero sí se saltan 8 o 10 domingos más que antes, quizá concentrados en los meses de buen tiempo. Familias que quizá antes venían cada domingo, ahora aparecen solo algunos domingos de otoño e invierno, por ejemplo. En España, una familia viajera puede ser disciplinada y organizarse para ir a misa allí donde viaje. Pero requiere voluntad y planificación.
- Familias rotas y recompuestas (y ancianos solos)
Una familia «recompuesta» es aquella en la que los hijos quizá viven con medio-hermanos, con la nueva pareja de la madre, o una semana en un hogar y otra semana en otro. Quizá sus padres se divorciaron, o separaron, o nunca llegaron ni a casarse. Un progenitor puede ser devoto y disciplinadamente ir a misa con su hijo… pero irá solo la mitad de los fines de semana, porque la otra mitad su otro progenitor no le lleva. Un adolescente así quizá tiene mucha fe y le gusta su grupo de catequesis juvenil, pero pasará por la parroquia, como mucho, 24 o 25 domingos al año.
También puede suceder que la madre tenga la custodia todo el año pero como madre sola, y probablemente con una economía más que complicada, le cueste ir a la iglesia y llevar a sus hijos. Muchos inmigrantes devotos trabajan en hostelería o servicios lejos de la ciudad, y no tienen transporte, o sus turnos son en fin de semana y no pueden ir a la iglesia.
Nieuwhof señala la paradoja: los hay que no van a la iglesia, porque tienen coche, que les permite ir de viaje. Y los hay que no van a la iglesia porque no tienen coche, y no pueden llegar desde donde viven o trabajan. En España, esto se daría especialmente entre inmigrantes pobres, trabajadores en zonas rurales, los que tienen turnos de fin de semana muy cerrados y entre personas mayores en el campo que no tomarán un autobús para ir a misa al pueblo de al lado.
Viudos ancianos, sobre todo rurales, entrarían así en esa categoría de «familias rotas», tan pequeña que le falta la logística para ir a misa. Quizá vaya a misa varias semanas al año, si le lleva un hijo o pariente, pero ya no cada domingo.
- La oferta online
Hay debate sobre si la oferta online durante los confinamientos ha hecho que los cristianos dejen de ir a la iglesia porque ya les basta con los servicios que escuchan o siguen por Internet. Faltan estudios y estadísticas al respecto.
Desde luego, los protestantes tienen aquí un problema mayor que los católicos: el católico tiene obligación de ir a misa dominical y sólo allí puede comulgar. Aunque haya encontrado misas retransmitidas con curas y coros que prediquen y canten mejor que en su parroquia (en pocas parroquias se predica y se canta bien), sólo en la parroquia física se puede comulgar. En cambio, en entornos protestantes, muchos pueden engancharse a transmisiones online de grandes predicadores y coros o grupos de música muy buena, y decidir que irán a su iglesia sólo una vez al mes, o menos.
Nieuwhof se limita a señalar que «cualquiera que acuda a tu iglesia tiene acceso gratis a cualquier ministerio online de cualquier iglesia. La iglesia online está aquí para quedarse, participes en ella o no».
- Desapareció la sensación cultural de culpa por saltarse la iglesia en domingo
«Cuando yo era un chaval, me sentía culpable si no iba a la iglesia en domingo. El número de gente que se siente culpable por no ir a la Iglesia en domingo disminuye día a día», apunta Nieuwhof. Y añade: «Me encuentro con frecuencia con personas que aman nuestra iglesia pero que llevan meses sin venir. Si confías en la culpa como un motivador, necesitarás una nueva estrategia. (Bueno, honestamente, siempre has necesitado una nueva estrategia)».
Desde un punto de vista católico, lo cierto es que la culpa no es un sentimiento sino una realidad: quien falta a la misa dominical sin causa justificada (enfermedad, por ejemplo) comete pecado y muy probablemente pecado mortal. Y este pensamiento ha mantenido a millones de católicos acudiendo a misas con malos sermones, mala música, liturgia mal realizada y absoluta falta de reverencia, pero que servían para cumplir el precepto dominical. Eso quizá no ha ayudado a muchos a crecer en la fe, pero sí a mantener la que tenían.
En Inglaterra, donde la Iglesia anglicana y la católica pueden llegar a parecerse bastante en su liturgia externa, los católicos han demostrado ser mucho más practicantes a pesar de tener menos parroquias a mano. La causa es el precepto dominical.
Sin embargo, Nieuwhof tiene razón en que la sensación de culpa por no ir a la iglesia el domingo disminuye. En los ambientes católicos, la culpa es, probablemente, de los mismos catequistas, profesores y sacerdotes, que no recuerdan a los creyentes poco practicantes que faltar a misa es pecado mortal y requiere confesión.
Pueden hacerlo de muchas formas: pueden animar a confesarse, o a ir a misa a la parroquia de la urbanización, o del pueblo, o recordar que es un mandato importante, o predicar sobre el sabbath… pero si no lo hacen, muchos pensarán, sincera y honestamente, que ir a misa dominical es una costumbre opcional para el católico. La primera cosa que un converso o retornado debería tener clara, además de que Dios le ama y le perdonará siempre en la confesión, es que tiene obligación de ir a misa cada domingo, se sienta muy devoto o no.
- Cada uno es su «auto-director» espiritual
La gente en el supermercado tiene 40 yogures distintos para elegir, y se cree muy especial. Muchos consideran que las normas son «para los demás, no para mí, que soy especial». Además, con Internet, todo el mundo cree que está «informado» para elegir su propia receta espiritual o de cualquier tipo.
«Vivimos en una época en que ningún padre visita al médico sin antes haber buscado en Google los síntomas de la enfermedad del niño y un tratamiento recomendado. Pregúntale a cualquier médico de familia: eso les pone furiosos. Los médicos te dirán que Google no es sustituto de ir a la Facultad de Medicina. Y, ¿cuándo fue la última vez que compraste un coche sin investigarlo por completo online? En una era en que tenemos acceso a todo, más y más gente se autodirige espiritualmente», comenta Nieuwhof.
Desde el catolicismo, uno podría responder a los que se «autodirigen espiritualmente» que para comulgar necesitan ir a la Iglesia, que es el mandato de Jesús: «Tomad y comed, que este es mi Cuerpo». Pero ellos pueden responder que les basta con hacerlo un par o tres de veces al año (este artículo trata de los que creen pero van cada vez menos a la Iglesia).
Un avivamiento personal en la piedad eucarística, una efusión del Espíritu, una misa hermosa, puede atraerles con más asiduidad, incluso cambiar su vida por completo, pero siempre será necesario un cierto nivel de humildad y obediencia a la Iglesia (y a la Palabra de Dios) para disciplinarse en acudir semanalmente a la misa dominical.
- La gente no ve un beneficio directo
«La gente encuentra tiempo para lo que más valora. Si encuentran tiempo para la iglesia, eso nos dice algo. Incluso entre los que dicen que aman la iglesia, incluso tu iglesia, si hay menos asistentes, es probable que sea porque no ven un beneficio directo. No le ven mucho valor a estar cada semana. Quizá hay un valor pero no lo ven», comenta Nieuwhof.
De nuevo, en un entorno católico, a veces la mala catequesis es culpable de que los católicos semi-practicantes no entiendan lo que les aporta la misa espiritualmente.
Para empezar, mucha gente no sabe que la misa borra los pecados veniales. El agua bendita protege espiritualmente. A través de las lecturas, Dios te puede hablar en persona y orientar. En las peticiones puedes rezar por tus seres queridos, eso que siempre dices que harás pero no haces. Y sólo en misa puedes comulgar, que es algo que Jesús pide.
Por supuesto, también hay beneficios sociales y psicológicos: la música, el silencio, el contacto social, el ritual repetido, ver caras conocidas y amables… todo eso tiene beneficios.
Hay padres poco practicantes que a partir de cierta edad deciden disciplinarse e ir cada domingo con sus hijos, para darles buen ejemplo y porque ven que une a la familia y estructura el domingo y la semana (un día especial, que no puedes intercambiar por otro). También aleja a los hijos de un ocio malo en fin de semana (pantallas, malos amigos, mera gandulería). También pueden preferir que sus hijos hagan amigos en la iglesia y no en entornos más nocivos. Pero, claro, los chicos querrán ver que sus padres son coherentes con la práctica religiosa.
Hay razones místicas y profundas para ir a misa -además del mandato de la Santa Madre Iglesia- pero no hay por qué despreciar ni ocultar las razones prácticas y razonables.
- Si animas a los feligreses sólo a asistir, dejarán de asistir
«Cuando alguien meramente va al culto, la probabilidad de que lo haga con regularidad y se implique en otras cosas eclesiales disminuirá con el tiempo. En nuestra iglesia, me doy cuenta de que la gente más implicada, la que sirve, hace donaciones, invita y participa en un grupo comunitarios, son los que acuden con más frecuencia. Como líder, valoro cada vez más el implicarse sobre el meramente asistir. Irónicamente, si valoras el acudir por encima del implicarse, tendrás cada vez menos asistentes», comenta Nieuwhof.
En entornos católicos, esto no es del todo así. La Iglesia Católica ha animado a los católicos de misa dominical a intentar acudir a la misa diaria, y al jubilarse o conseguir un horario adecuado, muchos lo hacen. Así, hay bastantes católicos de misa diaria o casi diaria: pueden ser 5 o 20 en cada parroquia, pero sumando todas las parroquias es mucha gente. De esas personas salen quizá la mayoría de los voluntarios de Cáritas parroquial o del mantenimiento del templo. Pero también hay entornos de «implicación» sin asistir al culto: por ejemplo, cofrades que pasan por los locales parroquiales pero no van a misa.
Además, para la Iglesia, el «sólo asistir» no es «sólo asistir»: es participar del sacramento de la Eucaristía, culmen y cima de la fe. Eso tiene valor en sí.
Sociológicamente sería interesante averiguar cuántos de los que van a misa diaria o entre semana están integrados en apostolados y servicios: probablemente la mayoría -excepto algunos muy ancianos- lo están.
Pero puede ser cierto que si un párroco sólo ofrece la misa dominical como único servicio de la parroquia, sin cofradías, grupos devocionales, movimientos, grupos de amistad y fe, etc…-los asistentes a la misa dominical serán cada vez menos, aunque sea por defunciones sin sustitución.
- Un cambio cultural en masa
En España hubo un gran cambio sobre todo en los años 90, al disminuir la práctica dominical, y a partir de 2010 al hundirse los matrimonios católicos y las confirmaciones. En Estados Unidos la sociedad se mantuvo muy religiosa hasta hace unos 10 o 15 años. Cosas que aún funcionaban en 2005 en el día a día de las iglesias hoy están en crisis.
Nieuwhof habla de un cambio cultural «como un seísmo» y dice que los líderes de iglesia que no lo reconozcan no podrán cambiar a tiempo.
Es la cultura online, feligreses que miran en Google mientras el pastor predica, gente acostumbrada a que le pregunten y a opinar (aunque no sepa del tema), que están dispuestos a ir a otro sitio sin sentirse culpables, que desconfían de la autoridad (y más con los escándalos de abusos), que hacen su propio mix espiritual, que no lleva monedas en el bolsillo pero quizá te hagan donaciones por Bizum, que piensan por qué deben estar en tu parroquia u homilía cuando pueden servir a cosas más grandes -o más agradables- en otro sitio…
La misa no puede cambiar mucho, aunque las homilías pueden mejorar, también la música y los lectores y la acogida y la decoración. En las parroquias de España, casi nadie paga a un organista profesional, ni a un grupo de músicos profesionales: quizá eso deba cambiar. Muchas cosas pueden cambiar. Insistir en el «siempre lo hemos hecho así» (que en España suele significar «lo venimos haciendo así desde los años 60») no va a ayudar a mantener la feligresía en misa.