Los portadores de la fe

A la Misa y Laudes que a diario suelo asistir, de las 7:30 de la mañana, nos reunimos un grupito de unas cuarenta personas. La mitad son personas jóvenes, entre 18 y 38  años, más o menos. Es un número pequeñito, casi ínfimo, en comparación con la población en torno, donde está ubicada la parroquia, que será de unas cincuenta mil almas.

Este apenas 1 por cada 400 jóvenes, comprendidos en esas edades, aproximadamente, que asiste a misa diaria, (y que en los días festivos, quizá sea el 2 por 100). Increíble. Pero habla de cómo está la fe en estos tiempos de un ateísmo o agnosticismo total en la juventud española.

Ahora bien, asumiendo dolorosamente esta alucinante catástrofe, y mirándolo desde un el punto de vista contrario, me asombra cómo este pequeño residuo de la juventud resista en su fe contra viento y marea; resulta sorprendente que en medio de esta maremágnum de una masa inmensa de gente que manda mensajes continuos contrarios —a veces, hasta cristianofóbicos— a lo que esos poquitos jóvenes creen, se mantengan firmes, resistiendo a ser abducidos por el pensamiento único que lo invade y domina todo.

Este pequeñito grupo (resto) de irreductibles es el portador de la luz de la fe (Mt 5,13-16). Una luz sin la que el mundo se quedaría a oscuras y sin esperanza. Por eso, estos benditos de Dios, tienen un valor inestimable para el destino de la Humanidad, aunque ella no lo sepa ni ellos, si quiera, tampoco.

Miguel Morales.