La Curia y el humo… (I)

La Curia y el humo… (I)

 

Pasadas las fechas entrañables de la Navidad y reposado el discurso del Papa en la Audiencia a la Curia Romana con motivo del intercambio de felicitaciones navideñas, entresacamos dos párrafos significativos y candentes:

«Con respecto a la reforma (de la Curia) me viene a la mente la simpática y significativa expresión de Mons. Frédéric-François-Xavier De Mérode: «Hacer la reforma en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes». Se pone de manifiesto cuánta paciencia, dedicación y delicadeza se necesitan para alcanzar ese objetivo, ya que la Curia es una institución antigua, compleja, venerable, compuesta de hombres que provienen de muy distintas culturas, lenguas y construcciones mentales y que, de una manera estructural y desde siempre, está ligada a la función primacial del Obispo de Roma en la Iglesia, esto es, al oficio «sacro» querido por el mismo Cristo Señor en bien del cuerpo de la Iglesia en su conjunto (ad bonum totius corporis).»

(…)

«Permitidme que diga dos palabras sobre otro peligro, que es el de los traidores de la confianza o los que se aprovechan de la maternidad de la Iglesia, es decir de las personas que han sido seleccionadas con cuidado para dar mayor vigor al cuerpo y a la reforma, pero —al no comprender la importancia de sus responsabilidades— se dejan corromper por la ambición o la vanagloria, y cuando son delicadamente apartadas se auto-declaran equivocadamente mártires del sistema, del «Papa desinformado», de la «vieja guardia»…, en vez de entonar el «mea culpa». Junto a estas personas hay otras que siguen trabajando en la Curia, a las que se les da el tiempo para retomar el justo camino, con la esperanza de que encuentren en la paciencia de la Iglesia una ocasión para convertirse y no para aprovecharse. Esto ciertamente sin olvidar la inmensa mayoría de personas fieles que allí trabajan con admirable compromiso, fidelidad, competencia, dedicación y también con tanta santidad.»

El Papa deja clara con contundencia la resistencia tenaz a cualquier reforma de la Curia…

Las razones principales parecen ser las mundanas del carrerismo, de la ambición y el poder y boato. Lo cual, y esto es peligroso, que interiormente se corrompen sirviendo como lacayos a los intereses del Maligno, que en el fondo los utiliza, creando discordia y sembrando cizaña. La rumorología, los chismes y las críticas se esgrimen por algunos, traidoramente, desestabilizando.

Este tema de airea cosas, de dimes y diretes, etc., es algo sobre lo que el Papa parece estar muy sensibilizado, por estar viviéndolo en sus propias carnes. De modo que incluso llegó a decir en su viaje reciente a Perú a un gran número de monjas de clausura, que la persona chismosa era como un terrorista, que soltaba su chisme como una bomba que ahí dejara para hacer explotar la convivencia y la comunión fraterna. Y que es lo mismo que ya dijera en días previos a la Navidad cuando «como jefe» da los saludos navideños a los empleados del Vaticano: “Un chismoso es como un terrorista: tira la bomba que explota y daña a muchos otros. Por favor, no  sean terroristas de habladurías. ¿Cómo podemos evitar las habladurías? ¡Mejor muerde la lengua antes!”.

De este tema de las intrigas y los traidores de la Curía Romana hablaremos en un siguiente artículo, y ampliado a otros en «como infiltrados» persiguen fines espurios y no tan estrictamente de debilidades humanas, y que aventan el humo del infierno enturbiando a la Iglesia, desprestigiándola, creando disensión y tratando de provocar división y hasta un posible un cisma. Ya lo advertía Pablo VI con su famosa frase de que el «humo de Satanás ha entrado en el Templo de Dios».

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