Conciencia de ser español y cristiano católico

Conciencia de ser español y cristiano católico

La principal característica de nuestro ser español, es la de estar profundamente impregnada nuestra Historia de la Religión Cristiana Católica. Desde las persecuciones en la Hispania del Imperio Romano, siglos III-IV d.C., la sangre de nuestros mártires, empieza a iluminar nuestra conciencia de ser cristianos hasta alcanzar su madurez en la Hispania grecorromana, cristiana y visigoda.

Del pensamiento jurídico de La Escuela de Salamanca, es de donde nace el Derecho Natural con el Padre Francisco de Vitoria (1492-1546) o de Francisco Suárez (1548-1617) así como de otros juristas. De ellos surge el “ius gentium”, como es la Recopilación de Leyes de Indias (1680), el Derecho de Gentes o Internacional, que tanto influiría en los Derechos Humanos que se proclamaron en el siglo XX.

En el siglo XV con los Reyes Católicos, con los cuales España se reafirma como una Nación y un Estado, en donde la conciencia de ser y llamarse españoles se consolida desde que apareció el gentilicio allá por los siglos XI-XII, “español<hispaniolus[1][1], en el Mediodía de Francia, desde 1105, donde se habla de los españoles como los pertenecientes al concepto[1][2] de España, la España de tierras cristianas en las llanuras. Hispaniolus tiene relación semántica con Hispania, y con los adjetivos que se refieren a las cosas de Hispania, hispani e hispanicus. El gentilicio y luego antropónimo, “español”, es de etimología provenzal, nos lo dan los francos en los momentos de mayor dominación mahometana que amenazaba a los reinos de la futura Europa, cuando los Reinos cristianos de España, toman conciencia histórica de recuperar la unidad perdida de Hispania, grecorromana, visigoda y cristiana católica.

El Concilio de Trento (1545-1563) impulsa la Contrarreforma. Como reacción y renovación espiritual ante los cismas del Protestantismo, se clarifica nuestra esencia de ser español y cristiano católico; y ya no digamos la ardua obra de evangelización y humanización como fue la Evangelización de América, de donde nace la Hispanidad[1][3], que es sobre todo la comunidad histórica y espiritual de todos los pueblos hispánicos.

El ser español, como el ser hispanoamericano, es consustancial con ser cristiano católico, porque el Cristianismo Católico, ha fermentado la identidad histórica de ser español e hispanoamericano. Si España, si Hispanoamérica, forman parte de la Historia Universal, es porque el Catolicismo les ha dado la fuerza espiritual que las mantiene vivas en el transcurso de los siglos a pesar de los intentos que a partir del siglo XVII, llevan a cabo las ideologías para aniquilarlo.

En la Historia Moderna y Contemporánea, han amenazado nuestra conciencia histórica: el laicismo jacobino y masónico de la Revolución francesa; los sistemas totalitarios del nacionalsocialismo, del fascismo y del colectivismo socialista-marxista; el liberalismo individualista sin Dios y obsesionado por el progreso economicista; y ahora, la dictadura del relativismo anticristiano que se retroalimenta de los anteriores, vuelve a poner a prueba la milenaria riqueza moral y espiritual que habita en la conciencia de ser español y cristiano católico.

El humanismo integral cristiano, es universal y rechaza al humanismo aristócrata y elitista del estoicismo porque la verdad no pertenece a una clase aristócrata, social, científica o política, la verdad es de Dios y como tal, transcendente, universal, eterna para todos los hombres de buena voluntad que quieran alcanzarla en una sociedad civil donde la comunidad política, el Estado o comunidad política, está al servicio del bien común y la libertad.

La conciencia de ser español, ha sido siempre la de mantener vivo el humanismo integral cristiano que da un sentido transcendente y humano a la vida. La eternidad no es sólo un deseo subjetivo sino una realidad histórica del Evangelio proclamado por la Iglesia Católica a lo largo de los siglos de la Historia de España. Una Historia que está repleta de todos valores del humanismo integral cristiano como es el de la realización del bien común desde la verdad y las virtudes para que se cumpla la igualdad esencial del Evangelio entre todos los hombres, que consiste en aceptar al otro tal y como es pero sin negar nunca las diferencias de valor en las obras que existen entre los hombres.

Nuestra igualdad nada tiene que ver con el igualitarismo colectivista del marxismo o del socialismo, ni con la igualdad de oportunidades del individualismo liberal que se basa en la exaltación del derecho a la propiedad privada para adquirir e intercambiar bienes y servicios que sólo satisfacen necesidades y deseos materiales[1][4], olvidándose del bien común y del sentido transcendente de la persona. Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, de ahí que el humanismo de Cristo, sea sentirse como si uno fuera el otro, con sus defectos y virtudes, para hacer un mundo más justo donde ningún poder, ninguna ideología, ninguna nación, ningún partido, ningún sistema político, ningún gobierno, ningún estado, ningún superhombre, se autoproclamen superiores. Es el humanismo integral cristiano del que nos han mostrado sus resultados tantos y tantos pensadores y santos en la Historia de España y de la Iglesia. Pensadores y santos que, como hombres y mujeres, eran pecadores, pero supieron cambiar sus pecados, sus errores, sus engreimientos y soberbias, por las virtudes evangélicas de las bienaventuranzas que alumbraron sus ideas y principios en los tiempos y lugares que la Providencia les concedió vivir.

Este humanismo integral cristiano católico, es el que siempre ha estado presente en la conciencia de ser español, tanto en tiempos de crisis, como en tiempos de grandeza espiritual y material. Él ha sido quien ha permitido salir a los españoles de los contratiempos de la Historia para tomar nuevas fuerzas de él, a pesar de los ataques, de las persecuciones y de los asesinatos de tantos mártires, provocados por ciertas ideas y corrientes ideológicas:

  1. A) Por la vacua filantropía de la Ilustración francesa, basada en principios cristianos a los que vaciaron de su verdadero sentido (libertad, igualdad y fraternidad) al contaminarlos con el deísmo, el despotismo, el laicismo y la masonería, enemigos de la Revelación, de la Historia de la Salvación y de la Iglesia Católica.
  2. B) Por el humanismo materialita y ateo del marxismo, defensor de la revolución sangrienta por medio de la lucha de clases para imponer la dictadura del proletariado, que en España, durante la II República (1931-1936) y en la Guerra Civil (1936), empleó el laicismo populista[1][5] de los partidos bolcheviques revolucionarios socialistas y comunistas para asesinar a miles de mártires cristianos católicos.
  3. C) Por el humanismo individualista del liberalismo que se considera superior porque desprecia la transcendencia y exalta al individuo, que alcanza el éxito y el progreso cuando se deja arrastrar por los impulsos y lleva a cabo lo que más le conviene en la economía del libre mercado y la propiedad privada, donde se intercambian bienes y servicios que deben colmar de felicidad material sus necesidades y deseos. También, en la II República y en la Guerra Civil (1936), por medio de los partidos liberales, el liberalismo radical contaminó la Constitución republicana y toda la legislación, con un laicismo elitista y burgués[1][6], jacobino y anticatólico que justificó las persecuciones religiosas.
  4. D) Por el nihilismo y el terrorismo de estado, tanto del fascismo nacionalsocialista como del comunismo y del socialismo, totalitarios.
  5. E) Y ahora, a inicios del siglo XXI, por el humanismo inmanentista de la dictadura del relativismo que hunde sus raíces en el sofista y agnóstico griego, Protágoras (485-411 adC.), recuperado por el Renacimiento. Protágoras dijo en La verdad o Discursos subversivos: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, y de las que no son en cuanto que no son”[1][7]. Considera, pues, que cada hombre es el único dueño de su propio destino, y que el bien y la verdad ya no son transcendentes sino relativos. Pero no sólo del subjetivismo relativista de Protágoras y del antropocentrismo del Renacimiento, sino también de la filantropía laicista y masónica ilustrada, del liberalismo individualista, del marxismo colectivista-revolucionario y del nihilismo, toma los elementos que más le conviene a la dictadura del humanismo relativista e inmanentista. Siendo como es descendiente de la Ilustración jacobina, del marxismo, del liberalismo y del socialismo, se caracteriza porque lo bueno, la verdad, la libertad, la justicia, la solidaridad, el estado de derecho, la democracia constitucional vienen a ser propiedad exclusiva de una ideología, de un partido, de un gobierno, de un estado, ya que tan sólo ellos representan lo que a su manera entienden por bueno = malo, por verdad = mentira, por libertad = opresión, por justicia = injusticia, por solidaridad = insolidaridad, por estado de derecho = estado totalitario, y por democracia constitucional = democracia totalitaria o dictadura.

Estamos comprobando en la realidad de nuestra España del siglo XXI, cómo el relativismo del humanismo inmanentista lo pervierte todo: los conceptos, las ideas, el pensamiento, las emociones, los sentimientos, la familia, el matrimonio, la ciencia, la Historia, la religión, la política, la ética, la moral, el mercado, los medios de comunicación, la Constitución Española (1978), la justicia, la democracia, la Patria, la Nación, el Estado… Y actúa de este modo porque la moral, los principios éticos y jurídicos son un estorbo, ya que su máxima es que todo es relativo, pues, la moral, la ley natural y el derecho consuetudinario, son un obstáculo del pasado que hay que destruir con las armas del relativismo. De ahí que no debamos asombrarnos de que este humanismo inmanentista degenere en una deshumanización de la persona total, ya que la despoja de normas superiores y transcendentes, la deja sin valores, y el bien, la justicia, la verdad y la libertad se rebajan a simples categorías de apetencias, de apetitos irracionales teledirigidos por el poder.

Hasta ahora, tanto el humanismo materialista y filantrópico del socialismo y comunismo, como el humanismo individualista del liberalismo así como el nihilismo y el terrorismo, nunca se habían apoderado en profundidad de nuestra conciencia de ser español, a pesar de que son elementos extraños a ella donde todavía habita el humanismo integral cristiano. Sin embargo, el humanismo inmanentista de la dictadura del relativismo, los ha vuelto a reactivar por medio de las ideologías y de las partitocracias del neolaicismo, del neosocialismo, del neomarxismo, del neoliberalismo radical y de los ultranacionalismos que han desvirtuado lo que es una democracia constitucional basada en el Derecho Natural, en los Derechos Humanos, y que han puesto de nuevo a los españoles ante el dilema de elegir: o bien entre salvar su conciencia de ser español y cristiano católico, desde los valores absolutos del humanismo integral y transcendente; o bien hundirla, una vez más en las sombras de la Historia, en la nada absoluta de las ideologías de la mentira que proyecta el poder controlador a través de los medios de comunicación serviles, de la cultura y la ciencia manipuladas, de la democracia totalitaria aliada con los nacionalismos y el terrorismo, que no son más que las redes de conexión más visibles de las muchas que utiliza el humanismo inmanentista y laicista de la dictadura del relativismo.

Autor: Diego Quiñones Estévez

Fuente:  http://www.autorescatolicos.org/misc03/diegoquinonesestevez143.htm